Miró bajo la cama para ver de dónde provenía aquel extraño sollozo. Algo se movía allí debajo, aunque, en la oscuridad, no pudo saber de qué se trataba. Se introdujo un poco más, pero siguió sin ver nada. Y fue entonces cuando le susurraron al oído. Pudo gritar y salir corriendo. Sin embargo, se sintió cómodo. Tanto, que nunca más quiso moverse de allí.
Cuaderno de bitácora de Miguel Ángel Hernández. Reflexiones apresuradas sobre arte, literatura y cultura visual.
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