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Metáforas de la creación

Después de ‘Viajes por el Scriptorium’, vuelve Paul Auster a las librerías. Pero en esta ocasión no con una novela, sino con un guión. El guión literario de su primera experiencia como director de cine. Ya antes había realizado incursiones en el guión, algunas tan interesantes como ‘Lulu on the Bridge’ y sobre todo ‘Smoke’. Ahora, sin embargo, se embarca en una aventura en solitario que, a tenor de los muchas críticas recibidas, parece más que fallida.

No he visto la película, pero el guión es realmente decepcionante. Sin duda, los más austerianos disfrutarán de lo lindo, porque, igual que los inmediatamente anteriores viajes por el escritorio, el guión explora el propio universo creativo del autor. En este sentido, ‘La vida interior de Martin Frost’ retoma de nuevo la formación del mito del escritor con el que Auster ha trabajado desde un principio, reforzando esa idea heredada del escritor solitario que se enfrenta a sus miedos y sus recuerdos en una habitación, aislado del mundo, sólo con su máquina de escribir o su cuaderno rojo. De alguna manera, casi el total de la obra de Auster ha jugado con esta noción social del escritor, hasta el punto que se pueda decir que, más que sobre ninguna otra cosa, su obra es acerca de la escritura, y sobre todo del sujeto que escribe. O lo que es lo mismo: sobre él.

En este guión, Auster nos pone frente al escritor agotado tras la finalización de la novela. Un escritor, Martin Frost, el escritor fantasma de ‘El libro de las ilusiones’, que ahora se encuentra el propio origen de la creación literaria: la musa. En una casa de campo solitaria, la musa se le aparece como una bella admiradora de la que el escritor inmediatamente se enamora. Y su historia de amor es, al mismo tiempo, la historia de la creación literaria, hasta el punto que se pueda afirmar que la casa, la musa y lo que allí sucede es, de algún modo, una metáfora de lo que ocurre en la mente de Frost, y, en cierto modo, en la de Auster. Su vida interior. La vida interior de un escritor. Una representación del proceso creativo de un escritor.

Como digo, no he visto la película, y tampoco creo que llegue a nuestras pantallas. Pero la historia difícilmente da para más de un corto de quince minutos. De hecho, como explica el propio autor en la entrevista que precede al guión, ése fue el origen del guión, una microhistoria para un cortometraje. Y eso se nota demasiado. Sobre todo porque uno tiene la sensación de que la historia se alarga innecesariamente. Y realmente no pasa apenas nada.

Admiro profundamente a Auster. Es uno de los escritores más importantes de nuestros días, uno de los representantes más firmes de eso que se ha dado en llamar literatura posmoderna. Un escritor que conjuga a la perfección la reflexión culta sobre el propio acto de escribir y la creación de historias impresionantes, accesibles y contadas como nadie. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, se advierte en su obra un profundo agotamiento. Un agotamiento visible sobre todo en la repetición de clichés y en la vuelta una y otra vez a las mismas cosas, no ya con la pretensión de crear nuevos discursos o hacer evolucionar la narrativa sino con la de reiterar un universo que ya está creado e instituido.

Si ‘Viajes por el Scriptorium’ era un acto de onanismo radical, ‘La vida interior de Martin Frost’ lo supera de largo. Lo que pasa es que el universo de Auster es tan increíble y absorbente que enseguida nos incorpora al él, nos hace formar un mismo cuerpo, una misma carne, compartir un lenguaje y unas inquietudes. Por eso cuando Auster goza y se enamora de su propia escritura, nosotros también gozamos. Por eso cuando el autor se masturba, el placer que siente el lector –el lector ‘incorporado’, hecho cuerpo en el autor– no tiene límites. Me reconozco entre aquellos que gozan, pero no dejo de pensar si esta circularidad del placer sigue teniendo sentido.

[Publicado en El faro de las letras, Murcia, 19-10-2007]

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