Lo innombrable llega siempre cuando uno menos lo espera. Comienza como un pequeño vacío. Luego se hace más grande, poco a poco, hasta que logra engullir todo el cuerpo. En ese momento, todo es exterioridad, y el dolor es imposible de soportar. Luego se va, y uno se siente liberado. Pero enseguida vuelve de nuevo, y ya nunca más se aleja del todo.
Cuaderno de bitácora de Miguel Ángel Hernández. Reflexiones apresuradas sobre arte, literatura y cultura visual.
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