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Caer a sí mismo

Jean-Luc Nancy, Tumba de sueño.
Buenos Aires, Amorrortu, 2008, 65 págs.


Jean-Luc Nancy (Burdeos 1940) es quizá el último de los grandes pensadores franceses contemporáneos. Tras la muerte de Derrida, probablemente sea el único representante de ese pensar característicamente francés, evolucionado a través de la experiencia del psicoanálisis, el postestructuralismo y las revueltas del sesenta y ocho. Su obra ha transitado por temas fundamentales del pensamiento contemporáneo, aunque hay dos cuestiones claves que emergen en casi todos sus textos: la negación del tacto en la cultura occidental y la necesidad de buscar un nuevo sentido para la comunidad, una experiencia de lo común, del ser-con. Esto es: la imposibilidad de ser si no es ser-con-el-otro, pues el individuo es esencialmente un ser que, desde el principio, en la identificación con los arquetipos, se construye gracias a la comunidad, a la experiencia del otro. Ser humano significa, pues, ser-con.

En los últimos años, la obra de Nancy ha derivado hacia cuestiones que, en principio, no han sido centrales en su pensamiento tradicional, como el retrato, el desnudo o la cuestión del arte. Temas siempre tratados en ensayos mínimos que por lo general no llegan a las cien páginas y que son siempre pequeñas joyas para el lector. En esta evolución del pensamiento de Nancy, su obra se acerca cada vez más a la literatura pura, pues parece que poco a poco los temas se convierten en meras excusas para el desarrollo de la escritura en sí y de una estructura de pensamiento que se autoafirma en cada renglón. Éste es caso de Tumba de sueño, un pequeño regalo donde el pensador francés vuelve a sorprendernos con una escritura impecable que se acerca a una cuestión que por lo general ha sido puesta de lado en el pensamiento occidental: el sueño.

La filosofía siempre ha entendido el sueño como un paréntesis de la razón. De hecho, se podría entender la filosofía como un ‘pensamiento de la vigilia’, del momento en el que nos encontramos alertas. El sueño, en cambio, se ha visto como un tiempo negativo, un momento de ausencia del ser. En este libro, sin embargo, Nancy otorga una importancia decisiva al sueño, lugar en el que, si se observa con detenimiento, se conjugan prácticamente todos los anhelos del pensamiento de la vigilia. En primer lugar, el sueño es el lugar en el que ser se vuelve ‘sí mismo’, un lugar de ensimismamiento donde ser se encuentra con su propio yo. En el momento en el que uno despierta, vuelve a estar partido en dos, el lugar en el que está y el lugar en el que desea estar: la partición del ser-con, del ser de la alteridad. En el sueño, sin embargo, tiene lugar la plenitud del Uno que sólo sobrevendrá en la muerte. Por eso el sueño, de algún modo, adelanta la experiencia de la muerte. De ahí el título del libro: ‘tumba de sueño’.

El sueño es una suspensión de la vida entendida como un ser-con, y, en ese sentido, introduce otro modelo de experiencia que es necesario tener en cuenta. Aunque no seamos conscientes de ello, el proceso de dormirse y despertase es un proceso de adecuación constante, del ser-con al ser-en-sí, y del ser-en-sí al ser-con. Un proceso de muerte y resurrección que, sin embargo, hemos naturalizado. Nancy valora la experiencia del sueño y del despertar como algo necesario en nuestros días, concediendo especial atención a la tarea del ‘adormecimiento’, ese momento de transición que es el momento en el que uno se hace consciente de sí mismo. Es ahí cuando la lucidez y el sueño son una misma cosa, cuando el ser-con del mundo, y el ser-en-sí-mismo del ser se dan la mano, cuando, en definitiva, el otro y el uno se unen en un lugar común. En un momento como el presente, donde cada vez más la sociedad camina hacia la somnolencia, pensar el sueño (o pensar desde el sueño) probablemente sea una de las tareas más fructíferas que uno pueda imaginar.

[Publicado en El faro de las letras, 7-3-2008]

Comentarios

  1. ...cuidado, hay que ir con mucha prudencia frente tantos "desPERTADORES"...
    un abrazo
    jaume.-

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