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Laborus interruptus

Recién llegado de Ámsterdam. Otra vez. Y las que quedan. Por cosas del destino (y del trabajo), voy a tener que seguir yendo con frecuencia. Es una ciudad que me fascina, pero, claro está, en su justa medida. Tanto viaje relámpago va a acabar conmigo. Necesito estar en casa para acabar todo lo que tengo pendiente. Y los viajes me rompen. No puedo trabajar en los aviones, y mucho menos en los hoteles. Así que esto es un trabajar entrecortado. Un laborus interruptus. Comenzar y, cuando la cosa ya se pone a tono, tener que parar y saltar a otra cosa. Así, por supuesto, uno pierde el ritmo y le cuesta comenzar de nuevo. Y sobre todo, así no hay manera de disfrutar de las cosas. Por eso espero como agua de mayo mi utopía americana del año que viene. Seis meses de trabajo continuo, sin interrupciones, concentrado y aislado del mundo. Vamos, un orgasmo en toda regla (con perdón).

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