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Desastres sublimes

La semana pasada reflexionaba aquí sobre la relación entre las imágenes que se mostraban de los bombardeos de Libia y algunas imágenes abstractas del arte moderno. Por lo que se ve, la columna causó algo de confusión y algunos pensaron que de lo que hablaba era de los bombardeos como obras de arte. Por supuesto, nada que ver con la intención original, que precisamente caminaba hacia el lugar contrario: considerar las obras de arte como parte del mismo régimen visual que produce las imágenes militares.

Por otra parte, la relación entre las imágenes de la catástrofe y las imágenes artísticas no es, ni mucho menos, nueva. La idea romántica de lo sublime como belleza de la catástrofe y poesía de lo terrible ya ponía en juego la posibilidad de la emoción y la catarsis (de elevación positiva y transformadora del espíritu) a través de imágenes del desastre. Cuando, después del 11-S, el músico Karlheinz Stockhausen, sugería que la imagen de las Torres Gemelas cayendo era una Gesamtkunstwerk, una obra de arte total, en realidad seguía esta misma lógica.

Un pensamiento sobre las imágenes, presente en gran parte del espectáculo contemporáneo, que solo es posible a través de la introducción de la distancia. Y eso ya lo sabía Kant. La catarsis y la admiración de la catástrofe sólo puede suceder si el espectador está a salvo, es decir, si no es parte integrante –física o afectiva– de lo que allí sucede. Por eso seguimos viendo una cierta poesía en la fuerza incontrolable de la naturaleza, en las imágenes terribles del desastre, porque no nos va la vida en ello, porque la sangre no nos salpica. Porque, en realidad, todo aquello no nos «afecta».

[Publicado en La Razón, 9-4-11]

Comentarios

  1. Sabia reflexión sobre lo que no nos afecta y percibimos casi como una espectáculo mas de TV.

    Y me acuerdo de El Grito, de Munch

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