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Escribir, perder historias

Es curioso lo rápido que se olvida uno de las cosas, o lo rápido que pasa página. Antes siquiera de haber recibido una respuesta (positiva; porque esta gente no responde si es que no) de editores o agentes, ya me he comenzado a olvidar por completo de la novela que, con todo el esfuerzo del mundo había conseguido escribir. En el momento en el que imprimí los casi 300 folios, y aun sabiendo que había miles de cosas que podía mejorar –si supiera, claro está–, la cosa ya dejó de tener sentido. Y ahora, si digo la verdad, hasta me da igual que se publique o no. Yo ya he conseguido lo que quería. Acabarla. Saber lo que pasaba, contar una historia. El resto no importa demasiado. A mí me da de comer otra cosa.

Lo curioso es que, durante el tiempo en el que la estaba escribiendo, no dejaba de pensar en los posibles lectores, en la gente que querría que la leyese, en lo que podía gustar o no gustar, en enviarla a premios, a editoriales de prestigio... era una manera de mantener la ilusión. Pero fue acabarla y todo se desvaneció. Aunque seguiré insistiendo, por supuesto. Ya no es para mí algo vital que se publique.

Justo en el momento en el que acabé, el libro dejó de importarme. Y comencé a pensar entonces en otra historia. Una historia en la que estoy ahora y que no me quito de la cabeza. Quizá es que para que una historia entre otra tiene que salir. O al revés: la historia nueva tira a la basura todo lo anterior. Probablemente los personajes del mundo de ciencia ficción que he comenzado a trazar han echado por la fuerza a los artistas y a la gente del mundo del arte que habitaba la anterior novela. Parece que los extraterrestres borramemorias han podido con los artistas transgresores.

Y ahora comienzo a pensar otra vez en posibles lectores, en todos los que podrán leer la novela de ciencia ficción, en lo necesario y vital que sería que la leyeran... Pero intuyo que, si algún día logro terminar este nuevo proyecto (cosa que ahora dudo y que en cualquier caso va para muy largo), ese mismo día otros personajes y otra historia vendrán a desahuciar a los habitantes de Letheia y me dará lo mismo que alguien la lea o no. Quizá en el fondo esa necesidad de buscar lectores posibles, de pensar en editoriales o premios, sólo sea una estrategia de la mente para hacer la historia llegue a su fin. Porque al final es de lo único que se trata, de saber qué ocurre con esos personajes que comienzan a poblar tu mente, qué les pasa, adónde van, por qué han llegado ahí. Y sobre todo, cómo saldrán de ahí.

Si viajar, según Vila-Matas/Pessoa, es perder países, quizá escribir sea perder historias. Quizá uno escribe para alejarse de ellas, para quitárselas de encima. Como si panal de abejas cayera sobre ti y tuvieras que apartarlas todas a manotazos. Aunque por lo general la cosa suele caer más adentro, y el procedimiento se parece más a una operación, la extirpación de pequeños trozos de metralla repartidos por todo el cuerpo. El proceso es lento y en ocasiones incluso tedioso. Y sólo hay una oportunidad para seguir con vida: escribir.

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