[Diario personal publicado semanalmente en La Opinion de Murcia]
VIERNES 29
Nostalgia del paraíso
Despiertas con
fiebre, mocos y dolor de cabeza. El resfriado ha ido a más. No deberías haber
salido la noche anterior. Buscas el paracetamol y te lo tomas como si fueras un
adicto, creyendo en el milagro absoluto. Intentas escribir, pero de nuevo no
puedes. La cabeza no te lo permite. Así que te quedas navegando un rato por la
red y, casi por casualidad, acabas siguiendo en directo el final de Canal 9,
retransmitido en la tele y en streaming.
Sientes que estás contemplando algo histórico, el apagado de una tele con la
que has crecido. Recuerdas perfectamente el día en que tu primo L. subió al
tejado para girar la antena hasta pillase la señal de ese nuevo canal en el que
ponían los dibujos de los que todos hablaban, Bola de drac. Ése fue un día feliz. Teníais un canal más. Y durante
un tiempo tu mundo se organizó en torno a la programación de Canal 9. No sabías
nada entonces de intrigas políticas, manipulaciones y otras cosas vergonzosas
que estaban detrás de aquello que tú simplemente disfrutabas. Y quizá por eso
cuando hoy ves el fundido en negro te da un vuelco el corazón. Por supuesto, piensas
en toda la gente que se va a la calle, en cómo pagan unos por los errores de
otros… en muchas cosas. Pero sabes que si el apagado te pone melancólico es en
el fondo por otra cosa. Es porque, a pesar de todo, Canal 9 te sigue sonando a
infancia, a paraíso, a felicidad.
Por la tarde
sigues en pijama y bata de casa. Y te das cuenta de algo extraño: hoy es el día
de las librerías y no has comprado ningún libro, precisamente tú, que no puedes
pasar por la puerta de una librería sin entrar a curiosear. Así que para
homenajear a esos lugares en los que te gustaría vivir para siempre,
reemprendes la lectura de Librerías,
el libro de Jordi Carrión que quedó finalista en último Premio Anagrama de
Ensayo. Es un texto emotivo y lleno de conocimiento. Te reconoces en muchas de
las reflexiones sobre el significado de los libros y las librerías. Reconoces
la pasión. Y la compartes. Y sabes que si algún día llega el fin del mundo es
muy posible –por pura probabilidad– que te pille dentro de una librería.
SÁBADO 30
En construcción
Nuevo espacio
artístico en Murcia. AB9. Desde el colectivo curatorial 1er Escalón –que
componéis I., A. y tú– habéis preparado una actividad para inaugurar el
espacio, En construcción. Los
artistas que habéis seleccionado (Sergio Porlán, Tatiana Abellán, Rosell
Meseguer, María José Climent y Eduardo Pérez Salguero) muestran las cosas que
están haciendo ahora y hablan acerca de su obra y sus modos de crear arte. No
es exactamente una exposición de tesis, sino más bien un espacio de contacto
entre artistas y público. Estáis todo el día allí, desde las once de la mañana
hasta la noche, y no para de venir gente. Los artistas han sido muy generosos, y
sobre todo M.A., de ArtNueve, que es la verdadera promotora del espacio. Acabáis
satisfechos porque os dais cuenta de que estos lugares son necesarios. Son espacios
de relación, la excusa perfecta para reunirse a charlar de cualquier cosa a
partir de las obras de arte.
Después ves el
Madrid con L., D. y M.L. mientras tomáis unos negronis en El Parlamento Bar y
habláis de literatura. A pesar del resfriado se te abre el apetito. Tras la
cena, sigues un poco más con L. y te tomas la última en el Pura Vida. Ron con
Sprite. Te lo bebes como si fuera agua. Pero estás incómodo. Te huele la ropa a
fritanga del sitio en el que habéis cenado. Es algo que no puedes soportar.
Prefieres el olor a sudor o a cualquier otra cosa. Pero no ése. Sientes que
todo el bar te está oliendo y acabas yéndote enseguida.
DOMINGO 1
Lo inasumible
De la siesta te
despierta un mensaje de R.: “ Dice P. que te diga que se ha muerto Pepe
Clemente”. Te quedas unos segundos sin saber cómo reaccionar. La luz está
apagada y sigues sin tener muy claro dónde estás. Antes de que te despiertes
del todo y comiences a pensar, suena el teléfono. Miras el número y ves “José
Clemente”. Enseguida intuyes que es alguien que te va a comunicar la noticia.
Pero por unas décimas de segundo –mínimas, pero reales– te imaginas a Pepe al
otro lado. Y no sabes si contestar. Pero lo haces. Es su secretaria. Le dices
que ya te estás enterado y aprovechas para preguntarle a qué tanatorio lo van a
llevar.
Hablas con M. y
quedáis para ir juntos. Ya fuisteis hace unas semanas al hospital y ahora
volvéis a pasar el mal trago. Es un momento difícil. Sabes lo que es porque lo
has experimentado más de una vez. En ese mismo tanatorio velaste hace años a tu
padre. Por eso aprietas los dientes y los puños cuando ves a los hijos de Pepe
y cuando hablas con su mujer. Y se te cortan las palabras. Y no sabes qué
decir. Y tan solo miras. Y tocas. Y abrazas. Y acabas diciendo que mucha fuerza
y que mucho coraje para lo que queda. Porque lo queda no es fácil. El tiempo
cura algo, pero no todo. Hay heridas que no cierran nunca. Lo sabes bien. Nunca
podemos acostumbrarnos a la muerte del otro. Nada es más natural y, sin
embargo, no hay nada más difícil de asumir.
LUNES 2
Ficción necesaria
En el entierro
te da tiempo a pensar muchas cosas. El tanatorio está lleno. Puedes advertir el
amor y el dolor. Pepe confió en ti para escribir una columna semanal y jamás
tocó una coma. Tuviste libertad absoluta. Y eso que muchas veces lo que
escribías chocaba con la ideología del periódico. Recuerdas con especial cariño
las “cenas” de Navidad en la redacción. Parecía una familia. Y él, una especie
de padre bonachón satisfecho de congregar a todos junto a una gran mesa llena de
pasteles de carne, empanadas, saladitos, vino y cerveza.
En el entierro
el cura habla de vida eterna, de resurrección, de felicidad en la muerte. Lo
has oído tantas veces… Aun así eres consciente de que en estos momentos es
reconfortante. Es una ficción. Pero una ficción necesaria. Un barniz que cubre
lo más terrible, una manera de dar sentido a algo que, de otro modo, es
absolutamente inadmisible: el hecho de que todo esto se apague para siempre
cuando uno menos se lo espera.
MARTES 3
Lugares para escribir
Pasas toda la
mañana en la universidad recibiendo doctorandos y alumnos que quieren hablar
contigo. Pareces un médico en la consulta. Pero en lugar de medicamentos
recetas libros. Prescripción bibliográfica. Los libros son siempre la mejor
medicina.
Querías haber
escrito algo, pero el tiempo se te ha pasado sin poder hacer nada de provecho.
Es lo que ocurre cada vez que estás en el despacho de la universidad. Nunca
–aunque no tengas alumnos que recibir– has podido trabajar a gusto en un
despacho. Por alguna razón, sólo puedes escribir en pijama o en chándal. No
puedes concentrarte, ni siquiera para leer. Te pasa igual en las bibliotecas.
Necesitas soledad. No hay lugar como tu habitación oscura, tus trastos y tus
rutinas. Es como un templo. Un espacio sagrado en el que tú eres el sumo
sacerdote.
MIÉRCOLES 4
Parar el tiempo
Es el
cumpleaños de R. Tres años más que tú. El tiempo pasa rápido, pero ella sigue
pareciendo una niña. Al menos a ti te lo parece. Quizá sea porque nunca vemos
envejecer a quienes tenemos a nuestro lado. Sólo envejecen los demás, los que
viven de puertas para afuera. Los nuestros siempre se mantienen igual. El
hogar, la familia, es un lugar en el que el tiempo se detiene. O eso al menos
es lo que a veces creemos, aunque sepamos que es mentira. De nuevo, otra
ficción necesaria.
Por la tarde,
das una conferencia sobre zombis en Cartagena. Recuperas algo que ya hiciste y
vuelves a reflexionar sobre esa figura central del imaginario contemporáneo. En
los últimos días te ha sorprendido el siniestro parecido que guardan las
imágenes de los zombis de Guerra Mundial Z intentando saltar el muro de
Jerusalén con las imágenes de los inmigrantes saltando la valla de Melilla.
Subes a tu blog esas dos imágenes. Las asociaciones entre ellas son tantas y
tan perversas que te quedas sin palabras. Prometes reflexionar con más
detenimiento acerca de todo esto.
JUEVES
Volver a empezar
Llevas varios
días dándole vueltas a la necesidad de cambiar el punto de vista de tu novela.
Has estado escribiendo mentalmente y has visto que así no vas por buen camino.
Por fin, esta mañana te levantas temprano y te pones a escribir. Comienzas de
nuevo y tiras a la basura las cien páginas que llevabas escritas. A veces es
mejor empezar otra vez antes que seguir perdiéndose. Tanto trabajo… para nada.
O no, piensas mejor. No ha sido trabajar en balde. Ahora sabes cosas que no
sabías al principio. Hay un camino que antes no existía. En ocasiones uno tiene
que escribir demasiado para llegar a saber lo que quiere escribir.
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