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Presente continuo (Semana del 6 al 12 de junio)

[Diario personal publicado cada domingo en La Opinión de Murcia]

VIERNES 6 / La burocracia infinita

Reunión de departamento, temprano. Hay que cambiar de lugar las competencias, los objetivos y las capacidades para las nuevas fichas de materia que solicita la ANECA. Pura burocracia que no sirve absolutamente para nada. Has llegado a pensar que si realmente hicieras caso a todos los papeleos y siguieras todas las indicaciones tal y como aparecen en las normativas, no podrías escribir, ni investigar, ni siquiera preparar clases y emplearías todos y cada uno de los minutos del día en rellenar papeles. Los procedimientos, las guías, las programaciones, las estimaciones, las competencias y los objetivos han sustituido a la realidad. El mapa ya es mayor que el territorio. Está en el límite de lo grotesco. La cosa da para un cuento, como poco, la historia de un profesor que no puede dar clase porque está rellenando papeles sobre cómo plantear la enseñanza y que no puede investigar porque escribe informes sobre procesos, objetivos e hipótesis. No es exagerado. Llegará. La burocracia infinita. Quizá todo tenga que ver con la idea de tener entretenida a la gente, convertirla en obreros de la administración, no dejar espacio ni tiempo para el pensamiento. Es, sin duda, la castración de la universidad, su conversión en una fábrica informatizada. Y lo sorprendente es que nadie se haya plantado frente a los burócratas. Se asume todo con resignación. La culpa, en el fondo, es de los que no resisten y asumen todo como si fuera un mandato divino.

En la reunión se te va prácticamente la mañana. Por la tarde quieres escribir un poco, pero apenas tienes tiempo intentando rellenar los papeles para una instancia. Por la noche, sales a cenar con R. y después veis la última entrega de los X-Men. Da lo que promete. Es entretenida. No pides más. Pasas un buen rato. Después de tanto pensar, viene bien simplemente entretenerte y dejar la mente en blanco. Aunque no puedes hacerlo del todo. Y observas los modos en los que en la película aparece lo vintage, lo pasado de moda que sin embargo es moderno, una especie de retromodernidad llena de inventos y artilugios posibles. El mismo título de la película Días del futuro pasado, habla de ese tiempo pasado en el que el futuro ya estaba. Lo que más te sorprende en estas maneras de imaginar un futuro-pasado es la pulsión de visualidad que aparece en varios momentos de la película, especialmente cuando la aparición pública de los X-Men se llena de cámaras de todo tipo. El super-8 emula lo que hoy serían los móviles, grabando todo lo que ocurre en la calle. Es la ingenuidad de intentar proyectar regímenes de experiencia contemporáneos –esa pulsión de imagen, de cartografiarlo todo– al pasado.

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SÁBADO 7 / Transtropicalia

No has sabido decir que no a las Fru-Fru y has aceptado dar una pooltalk en el festival Transtropicalia, un evento secreto que promete doce horas de música y convivencia en armonía. A las once y media sale el autobús y aún no sabes dónde será. Una casa de campo, dicen, pero de momento no revelan el lugar. Nada más llegar al autobús te das cuenta de que te has pasado de moderno. No acabas de pillarle el punto a las tribus. Te sobra el sombrero y las zapatillas rojas. La camisa pseudohawaiana es lo único que se puede mantener. El ambiente es menos hipster de lo que pensabas. Y se nota a la legua que vas disfrazado. Demasiado postureo esta vez el tuyo.

Llegáis a la casa después de varias confusiones. Está junto al aeropuerto. Nunca has estado tan cerca de la pista de despegue. Has viajado con M., y afortunadamente también está I. y varios amigos más. Respiras aliviado. No sabías lo que te ibas a encontrar. La iniciativa es muy interesante. Y desde luego el buen rollo impera desde el principio. Conciertos, comida natural, bebida, buen ambiente.Te toca hablar a media tarde. Tienes que hacerlo junto a la piscina mientras los demás miran con cierta curiosidad. No sabes si es el mejor sitio para contarles un rollo sobre cómo escribes y cómo planteas tu trabajo. Así que, tras presentarte muy brevemente, decides que lo mejor es leer unos cuentos. Y con los pies desnudos en la piscina, el micrófono en una mano y el móvil –en el que tienes los textos– en la otra, lees unos relatos inéditos.  Imaginas la escena desde fuera y no sabes si quieres pensar en ella. A media lectura te da un calambrazo en el micro y estás por soltarlo. Pero sigues. Todo sea por la literatura. Al final la cosa sale aceptable. A partir de ese momento ya te relajas y disfrutas del festival. En la radio, escuchas al Murcia ganar al Castilla y saltas de alegría. Quizá no es el contexto, pero te da igual. Cuando se hace de noche, después del último concierto, ya estás cansado. Todo se va apagando poco a poco. Pero ha merecido la pena. Gran experiencia. Otra más para tu catálogo.

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DOMINGO 8 / Dormitar

Todo el día dormitas. Te levantas, te acuestas, lees, ves la tele. No haces nada. Domingo perdido. Por la noche, ves el último capítulo de Les revenants. Se queda todo sin resolver. Aun así, el ambiente, la elegancia, el modo de narrar, la atmósfera… te hace decir que es una gran serie, uno de los descubrimientos de este año. Antes de dormir, continuas leyendo Los lanzallamas, la novela de Rachel Kushner que han traducido hace poco. Supuestamente te tendría que gustar –presenta el ambiente del mundo del arte norteamericano en los setenta– pero no sabes para dónde va, no avanza y se atraganta por momentos. 

LUNES 9 / Posesión

No te acuerdas de que hoy es fiesta, el día de la Región, y te levantas temprano para trabajar. Comienzas a retomar la novela. Te cuesta meterte dentro tras varias semanas de parón, pero al final lo consigues. Relees algunos capítulos y vuelves a sentir el tono y la historia. Te tienes que acostumbrar de nuevo a habitar ese mundo, a escuchar a los personajes, a sentir sus miedos y sus deseos. Tienes que esperar a que el virus de la historia te vuelva a poseer.

Por la tarde, en un descanso, ves el penúltimo capítulo de Juego de Tronos. Demasiado muro, hoy. Mucha batalla. Por la noche, vuelves a la novela. Y sigues entrando en ella. Te acuestas con la sensación de haber recorrido ya todas las habitaciones de ese edificio. Al día siguiente podrás comenzar a escribir. 

MARTES 10 / Treinta y siete

Hoy es tu cumpleaños. Treinta y siete. Has soñado con tu madre. Casi siempre te ocurre. Cerca de algún evento. Ella era la primera que te felicitaba. Hoy ha sido R. Y luego están tus amigos de Facebook, que también te felicitan. Percibes allí cierto afecto. La amistad digital no es como la corporal, es cierto, pero no por eso deja de ser amistad. Por supuesto, no todos los amigos de Facebook son amigos, pero muchos sí; muchos son tan cercanos que se han convertido en personas importantes para ti. Por eso te alegran sus comentarios, porque no son meros avatares; sientes que debajo de la foto de perfil hay un amigo, o algo muy parecido.

Treinta y siete. No te has parado a pensar esta vez en lo que significa cumplir esos años. Con suerte, estás en la mitad de la vida. Con mala suerte, ya llevas un buen trecho. Por un lado, piensas que aún te faltan muchísimas cosas por hacer; estás lleno de proyectos, de cosas por terminar, por vivir, por experimentar… de hecho, para algunos aún eres joven –como escritor, por ejemplo, todavía eres “promesa”–. Pero por el otro, piensas que en treinta y siete años ya has experimentado muchas cosas. Si ahora mismo ocurriese algún desastre no te irías con la sensación de haber desaprovechado el tiempo. Has vivido, sigues haciéndolo, con intensidad, intentando aprovechar cada momento, cada oportunidad. Has sido feliz, has sabido apreciar los regalos que te ha dado la vida. Tampoco puedes pedir mucho más.

Pasas la mañana en Filosofía en revisión de exámenes. Casi nadie viene. Has sido benevolente. Luego J. te ha hecho la comida. Ella es como tu segunda madre. La vecina que casi te adoptó de pequeño. Vas a visitarla mucho menos de lo que ella querría; siempre estás demasiado ocupado. Esta es de las cosas que más te echas en cara a ti mismo, que a veces descuidas a los que tienes cerca, lo sabes, es tu mayor defecto. Te ha hecho pan de Calatrava  Por alguna razón ella cree que es tu plato favorito y no sabes cómo decirle que no está en lo cierto. Así que te lo llevas a casa y te lo comes. Hay en él tanto cariño que al final acaba gustándote.

Por la tarde, escribes. Comienzas ya a escribir a ordenador la novela. Hay momentos en los que pasas a limpio las ideas y otros en los que escribes directamente. Empiezas a sentir que poco a poco se va cumpliendo el calendario ideal que habías ideado. 

MIÉRCOLES 11 / Escribir

Pasas toda la mañana escribiendo. Ahora sí que ves cómo fluye la narración. Vuelves a escribir a mano. Y ahora combinas, por escenas y capítulos. Primero, a mano, con el ordenador y móvil apagado, con las persianas bajadas, casi como si entraras en trance. Y después, inmediatamente, lo pasas a limpio. Ves avanzar más claramente la novela. Pasas la mañana entera escribiendo. Sales a correr un poco antes de comer. Pero hace demasiado calor y regresas casi mareado.En los descansos de escritura retomas la lectura de Furores íntimos, de Charlotte Roche. Lo habías abandonado hace algún tiempo, pero ahora te das cuenta de que uno de los temas por los que transita tu novela, el sexo y el amor más allá de las relaciones tradicionales, está muy bien trabajado por Roche. Te gusta la crudeza con la que retrata la vida sexual, lo bajo y lo abyecto.Por la tarde, grabas el audio de un corto que hacen sobre tus microrrelatos y, después, asistes brevemente a una reunión de la Asociación de Críticos. Regresas pronto para ver el Córdoba-Murcia. Empate a cero. Todo se juega el domingo. Hay esperanza. Tras el partido, vuelves a escribir. Te acuestas bastante tarde y no puedes dormir. Las historias te dan vueltas. Estás ya absolutamente poseído por la escritura. 

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JUEVES 12 / Expectación

Te levantas temprano y comienzas a escribir. Das varias vueltas porque no tienes muy claro cómo afrontar este capítulo. Es el fin de la cuarta parte de la novela y, aunque intuyes la escena, no sabes cómo plantearla. Sin embargo, como por arte de magia, cuando comienzas a escribir, las palabras salen. Es magia, sin duda.

Desde el principio, hoy percibes que algo muy bueno está a punto de suceder. No sabes lo que es. Al final no ocurre nada especial, pero sigues percibiendo que algo va a cambiar de modo inminente. Y en ese estado, todo lo que ocurre a tu alrededor lo interpretas como signo. Así pasas el día: vienen a medirte las ventanas para ponerte mosquiteras, bajas a la tienda a comprarte unas zapatillas de estar por casa, contestas mails, corriges trabajos de fin de grado, tienes un sexo fabuloso antes de dormir la siesta, recibes mails, llega el mensajero y trae el nuevo descodificador de televisión, lo instalas como puedes, escribes algo más, planificas, escribes una reseña que tenías pendiente, te haces un sándwich, comienza el Mundial de fútbol, a Croacia le roban el partido, adaptas la ficha de materia de master y la mandas de vuelta, y cuando es más de medianoche comienzas a escribir este presente continuo. Y nada ha sucedido. Aún. O quizá es que lo que tenía que suceder precisamente era todo esto: la cotidianidad se ha convertido en el terreno de lo extraordinario.

 

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