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Presente continuo (semana del 12 al 18 de septiembre)

VIERNES 12 / Espacios de libertad
Tribunal de fin de grado por la mañana. Tienes que evaluar un trabajo sobre las estrategias de la postpornografía contemporánea. La pantalla se llena de penes, vaginas y posturas imposibles. La sala está casi llena. Nadie mueve un músculo de la cara. Habláis y discutís sobre sexo, deseo, normalidad y hegemonía. Hay mil cosas que cambiarías de la universidad, es cierto, pero en días como este te das cuenta de que sigue siendo uno de los pocos espacios para la libertad y el conocimiento. Hay momentos en los que estás orgulloso de formar parte de ese lugar.
Acabas en Espinardo y bajas a Murcia a celebrar que L. ha leído el trabajo de fin de master y todo ha ido bien. De camino te encuentras a E. y se suma a la celebración. Poco a poco va uniéndose gente. Os sentáis en La cueva de la cerveza y pruebas por primera vez la Martin’s. Te enamora. Después de varias jarras, todo fluye. También las miradas cómplices y la conversación. A media tarde entráis en el Parlamento y os tomáis unos gin-tonics. No todos los días se lee un trabajo así. Allí llega más gente. Otros se van. Estáis en una nube. Flotáis. Se percibe en el ambiente.
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A las nueve recoges a R. con el tiempo justo para cenar un pastel de carne en la confitería y del pueblo y salir hacia el cine a ver El niño. El pastel te sabe a gloria, la película la sufres. Es pretenciosa y fallida. Luchas durante una hora y media para no quedarte dormido. Cuando llegas a casa caes rendido a la cama y todo te da vueltas.

SÁBADO 13 / Crecer
Escribes el “Presente continuo” por la mañana. Tenías que haberlo hecho ayer pero con la celebración no tuviste un minuto libre. No sabes cómo poner ciertas cosas. La escritura alegórica y codificada se hace cada vez más difícil.
Por la tarde quedas con J. y L. en el Parlamento a ver el partido. Pierde el Madrid. Cenáis rápidamente una hamburguesa, cogéis el autobús y llegáis al B-Side justo cuando acaba de comenzar la actuación de Love of Lesbian. Te cansan. Tú quieres escuchar a Dorian. Disfrutas del concierto tarareando casi todas las canciones. Volvéis en taxi a Murcia y ya están cerrándolo todo. Pedís una pizza casi más por ritual que por otra cosa y acabáis tirándola porque no tenéis hambre. Vuelves a casa andando y te encuentras amigos por la calle cada dos o tres esquinas. Todos te dicen algo sobre tu barba. Decides seguir dejándola crecer unas semanas más.
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DOMINGO 14 / Sudar
Te despierta por teléfono tu vecina J. temprano para decirte si quieres que te haga de comer. La cabeza te explota. Intentas volver a dormir. Y a la media hora un remolque lleno de altavoces se pone bajo tu ventana con la música haciendo temblar incluso los cristales. Son las fiestas del pueblo. El estruendo no se va en toda la mañana. Se te clava en las sienes.
Por la tarde sales a correr por el río hacia la ciudad. A mitad del recorrido te encuentras con la feria. Comienzas a cruzarla creyendo que encontrarás la posibilidad de salir por alguna esquina, pero enseguida te ves atrapado por una multitud de algodones de azúcar, tómbolas, niños con peluches y padres con carricoches, un gentío que apenas te deja moverte. Además, has salido sin gafas y ya no sabes si la gente te saluda, te mira mal o simplemente se pone allí para hacerte tropezar. Cuando consigues salir sientes una extraña liberación y corres como si huyeras de algo, buscando algún lugar para refugiarte de ese conato de pesadilla. Llegas a un espacio blanco. Sientes entonces el cuerpo sudado, el agua recorriendo la piel y las piernas temblorosas. Las imágenes tardan tiempo en desaparecer.

LUNES 15 / Cielo
Despiertas contento, con lágrimas en los ojos. Has soñado con tus padres. Tu padre estaba muerto pero no sabía cómo salir del lugar en el que se había perdido, como si estuviese vagando por una especie de limbo infinito. Tú llegabas para ayudarlo y encontrabas allí a tu madre. Recuerdas perfectamente tus palabras: “llévate al papá al cielo que no sabe que está muerto”. Después de intentar convencerlo de varias maneras, ella conseguía sacarlo del lugar en el que estaba varado y los se elevaban en una luz amarilla hacia las nubes, desapareciendo en la lejanía. Tú te quedabas mirándolos y comenzabas a llorar desconsolado. Y en ese momento escuchabas la voz de tu madre: “no te preocupes hijo, el cielo es maravilloso, están dando chocolate”. Entonces tus lágrimas dejaban de ser tristes y te sentías liberado, como si algo se hubiera cumplido. Has despertado feliz, pleno, rebosante de gozo. Es sólo un sueño, lo sabes, pero la sensación de bienestar no se va en todo el día. Además, si el cielo existe, probablemente estén dando chocolate y seguro que tu madre tendrá una taza en la mano.
Por la tarde continúas la escritura de la novela. Todo se ha ralentizado. Pero aun así consigues terminar la revisión de la segunda parte. Son cinco. Aún te queda camino por recorrer.

MARTES 16 / Llueve
Por la mañana vas al gimnasio. Hoy comienzas una nueva rutina de ejercicios y sientes que has metido más peso de la cuenta en las máquinas. Intuyes lo que va suceder al día siguiente. Por la tarde llueve. La Fuensanta ha obrado el milagro. Llueve de varias maneras. Y caen también varios muros. Por la noche comienzas a leer Lo que a nadie le importa. La escritura de Sergio del Molino te fascina desde la primera página. Está llamado a ser un grande de la literatura; no tienes la menor duda.
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MIÉRCOLES 17 / Agujetas
Te levantas con unas agujetas terribles. Apenas puedes mover los brazos. Te vistes como puedes y sales para la universidad. Hoy empieza todo. La asignatura. “Teoría de la Historia del Arte”. La presentas. Te gusta, aunque sabes que es árida. Textos, textos y textos.
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Tras la clase, tienes varias tutorías por la mañana. De nuevo, la gente confía en ti más de la cuenta. Si te conocieran realmente no lo harían. Después encuentras a E. y tomáis un café mientras habláis de distancias, respiraciones e imágenes. Comes con L. M. y J. y te quedas toda la tarde con L. en el Parlamento. Allí te llaman “profesor” y eso te gusta.
Llegas a casa reventado y después de cenar caes en la cama. A las dos horas te despiertas y te das cuenta de que no has terminado de preparar la clase del día siguiente. Te levantas y lo haces. Te acuestas a las cuatro de la madrugada y ya no eres capaz de conciliar el sueño.

JUEVES 18 / Escribir
Has dormido apenas dos horas. Las agujetas son tremendas.
En clase estás bastante espeso. Dos horas seguidas. Los ojos se te cierran. Tienes momentos de lucidez y momentos de cansancio extremo. Pones el atril como si fueras un cura o un político. Te gusta hablar de pie y apoyado. El dolor desaparece mientras estás frente a los estudiantes, pero todo vuelve al bajarte del estrado.
Después, sin dormir y al límite del dolor, regresas al gimnasio creyendo en la absurda leyenda urbana de que las agujetas se quitan volviendo a hacer ejercicio. Al acabar de hacerlo eres consciente de que te has equivocado y casi no puedes mover los brazos. En la siesta no paras de quejarte y gemir. Imaginas que los vecinos –sobre todo los que leen este presente continuo– pensarán que estás teniendo sexo salvaje. Pero esta vez no es así. Al menos no del todo. Te duelen hasta las pestañas.
Te levantas de la cama incluso con algo de fiebre y vas a la inauguración del ciclo de vídeo que organizas con 1er Escalón en AB9. Cuando estáis a punto de poner los vídeos, I. se da cuenta de que los ha dejado en casa. Falta media hora para la inauguración y sólo es posible llegar si vas en moto y a toda prisa. T. se sube en el asiento de atrás y te guía hasta el Espinardo. Llegáis justo a tiempo cometiendo todo tipo de infracciones y con el motor de la moto a punto de explotar. Luego, en la sala te encuentras con amigos que no veías desde el verano. Es grato, aunque todo te sigue doliendo. Afortunadamente, la cerveza contribuye a que las agujetas desaparezcan durante un momento. El alcohol es, como no podía ser de otro modo, el analgésico más eficaz. Después, una vez más, la noche se alarga.
Inventas cuentos, frases y poemas pero no los escribes, como el cuento de dos amantes que se respiran mutuamente y acaban convirtiéndose en aire. Lo piensas, lo dices, lo compartes, pero no lo escribes, al menos no en ese momento. Quizá algún día. Seguro. Algún día. Porque sientes que escribir es también demorar, esperar, dilatar la experiencia del presente y convertirla en literatura. Sentir es escribir. Pasear es escribir. Mirar es escribir. Recordar es escribir. Escribir una escritura posible, transformar la vida en obra de arte.

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