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Aquí y ahora, 11

Lunes 26 de septiembre
Comienzas la semana escribiendo. Ha regresado el ritmo. La novela vuelve a funcionar. Escribes sobre tu infancia. La recuerdas y, al hacerlo, la traes al presente. Regresa el niño que fuiste.
Terminas de leer El amor del revés, el último libro de Luisgé Martín. Desde que hace unos años caíste rendido ante La mujer de sombra, Luisgé se ha convertido en uno de tus autores de cabecera. Su modo de trabajar en el límite de lo oscuro te cautiva. Es, en realidad, un escritor romántico, en el mejor de los sentidos posibles –en el de los grandes artistas del siglo XIX y principios del XX–; alguien que escribe sobre las grandes pasiones, las emociones desbordadas y los deseos prohibidos. Un escritor capaz de dar forma a lo sublime. Ahora, en El amor del revés, el autor revela la energía vital que estaba debajo de todas sus grandes novelas. De algún modo, la habías percibido. Es una autobiografía, pero también es el desvelamiento de ese yo oculto que había dado forma a los conflictos, anhelos, miedos y perversiones de sus historias. Es un libro valiente. Es un libro duro. Es un libro hermoso. Acabas con lágrimas en los ojos. El modo en que la última frase del penúltimo párrafo corta una enumeración de seres queridos con una fórmula que ha aparecido a lo largo de la novela te hace levantarte del sofá y aplaudir.

Martes 27 de septiembre
Escribes por la mañana y sigues viviendo en tu infancia. La escritura es recuerdo.
Por la tarde, asamblea de la asociación de críticos de arte. Al acabar, preparas el taller de Fuentataja con Leo. Después veis el Madrid con Jorge. Comes demasiada pizza. Salís a dar una vuelta. Regresas temprano.

Miércoles 28 de septiembre
No hay clase porque se inaugura el curso académico. Aprovechas para escribir. Estás inspirado. La novela fluye. Te gustaría que se frenase el tiempo para poder continuar hasta el infinito.
Presentación en Orihuela de El instante de peligro. Cada presentación te sigue pareciendo la primera. Le tienes a este libro un cariño especial. Sientes que lo dejaste abandonado durante tu estancia en Estados Unidos y que aún te quedan cosas por decir.

Jueves 29 de septiembre
San Miguel. Tu onomástica. En tu familia lo celebran casi más que los cumpleaños. Te llaman tus hermanos y te escriben mensajes tus sobrinos. Falta, un año más, la llamada de tu madre. No importa el tiempo que pase; a las doce de la noche escuchas en tu mente el sonido del teléfono, y su voz: “¿soy la primera en felicitarte, hijo mío?”
Tres horas seguidas de clase. Hoy, Vasari y los inicios del método biográfico. El convencimiento de que la vida condiciona la obra. Y también el surgimiento de una serie de tópicos que, en adelante, estructurarán la historia del arte: la evolución orgánica (fases de infancia, juventud y madurez), el tiempo cíclico (momentos de clímax y momentos de decadencia que se repiten, renacimientos) y la idea de que en el arte existe el progreso, que se camina hacia un lugar cada vez mejor. Intentas hacer ver a los estudiantes que esto es tan sólo una construcción cultural. No es mejor pintor Velázquez que Giotto, ni mejor escultor Bernini que el artífice de los relieves del claustro de Santo Domingo de Silos. Responden a criterios y modos de hacer diferentes. No se pueden juzgar con los mismos patrones.
Por la tarde, presentas La tabla, la novela de no ficción de Eduardo Laporte. Hace unos años leíste Luz de noviembre, por la tarde y te tocó la fibra. Quizá porque hablaba de algo que a ti también te dolía, la muerte de los padres. Sigue siendo un libro de referencia, una cumbre de la literatura del duelo. Ahora, con La tabla, Laporte reconstruye la historia de un pequeño naufragio, las treinta horas de soledad de un surfista en alta mar. Te interesa el planteamiento: la combinación de la autobiografía y lo personal con la historia que inspira los hechos. Es lo que ahora tú quieres escribir.
En la presentación habláis de no ficción, crónica, autobiografía, posiciones éticas y fronteras entre vida y literatura. La conversación es amena y se te hace corto. En un momento, al hablar de la escritura diarística, Eduardo dice: “yo he venido aquí a salir en tu diario.” Hecho, piensas.
Después de la presentación, acudís todos a la inauguración de Javier Pividal en Art Nueve. Pividal es un artista que admiras. En la portada de tu Cuaderno […] duelo hay un dibujo suyo. Su obra es sutil y elegante. El amor, el duelo, la ceniza, lo mínimo, el vacío…, toda una estética de la fragilidad.
La noche se alarga hasta que se hace día. Todo es amor y amistad.

Viernes 30 de septiembre
Resacas y resurrecciones. Hoy no das para mucho. A lo lejos, el PSOE se hace trizas.

Sábado 1 de octubre
Mañana de reuniones en la universidad. La ANECA evalúa el grado en Historia del Arte y tienes que estar en una reunión que no sirve para nada. Pura performance burocrática. Kafka se quedó corto.
En los periódicos la polémica literaria está servida. Artículo de Víctor Erice sobre la novela de Elvira Navarro. Según el cineasta, la escritora se apropia de la figura de Adelaida García Morales en beneficio propio. La autora sostiene que en todo momento deja claro que se trata de una obra de ficción.  Aún no la has leído y no tienes opinión al respecto, aunque es muy posible que acabes del lado de la autora. En cualquier caso, una cosa queda clara: la literatura es una cosa seria y el escritor necesita siempre de una posición ética. Los libros no son inocuos; actúan en la realidad. Y uno debe medir las consecuencias de lo escrito. Incluso más allá de sus propias intenciones. Porque lo cierto es que las cosas producen efectos que a veces no son los que nosotros queríamos. Igual que la obra de arte, la intención del artista no cierra la interpretación. Por eso es necesario siempre tener una cierta idea de los efectos colaterales de lo que se escribe.
Eso es precisamente lo que tú no cesas de hacer ahora. El artículo de Erice te hace repensar lo que estás escribiendo. Es no ficción, los personajes existen. ¿Estarían de acuerdo en aparecer en tu novela? Probablemente no. Con toda seguridad, si en lugar de ser desconocidos fueran personalidades célebres tendrías el mismo problema que Elvira Navarro. Incluso aunque vayas a cambiar los nombres para no hacer demasiado daño. La cuestión en tu caso es que ya sabes que va a doler. A todos. Y no es que no te importe, sino que piensas correr el riesgo. A veces uno escribe porque no tiene más remedio que hacerlo. Escribir es arriesgarse. En ocasiones, a perderlo todo.
Por la noche, sales a cenar con Raquel al mexicano. No os alargáis demasiado. Su madre no contesta al teléfono en todo el día y os acercáis en el coche para ver si está bien. La encontráis cenando en la puerta con los amigos. El móvil estaba en silencio y no lo había oído. “Mamá, por favor, nos tenías preocupados”, dice Raquel. Los hijos son los nuevos padres.

Domingo 2 de octubre
Escribes todo el día. Habías pensado ir al gimnasio, pero la escritura te abduce. Esta semana apenas te has movido. Al menos has escrito. En la báscula pesan las palabras.
Seguís viendo Narcos. De nuevo, ficción y realidad. La clave está en el espectador. En que no se crea todo lo que ve. Te gusta esa suspensión de la certidumbre. Es la clave para un espectador emancipado.
Un periodista italiano descubre quién es Elena Ferrante. No era necesario. Ya no se puede ni escribir en paz.

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