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Noche de fiesta

El diario La Verdad me ha invitado a enviar un cuento de verano para la semana que viene. He intentado crear algo bonito y veraniego, pero, dado mi estado de ánimo, no ha habido manera. Antes de proceder al envío, os lo dejo aquí para que me ofrezcáis vuestras sabias opiniones. Esta vez las necesito como el comer.


Noche de Fiesta

Salí un poco mareado de la fiesta. Eran las cuatro de la mañana y no había un alma en las calles. Apenas podía tenerme en pie, pero quise regresar andando, para ver si se me pasaba la borrachera. De camino a casa no se me ocurrió otra cosa que pasar por un callejón largo y estrecho que siempre procuro evitar. Una decisión, sin lugar a dudas, equivocada, pues, nada más entrar, me encontré de bruces con lo que temía. Un grupo de adolescentes tenía acorralado a un mendigo al final del callejón. Observé cómo se reían de él, lo tiraban al suelo y comenzaban a darle patadas y puñetazos. Al ver aquella escena, se me revolvió el estómago. Pero sobre todo quedé completamente paralizado por el miedo. Nada odio más que la injusticia, pero en ese momento sufrí un colapso y no supe qué hacer. Así que intenté pasar desapercibido y volver por donde había venido. Pero uno de los jóvenes se dio cuenta de mi presencia y me gritó algo en un idioma que no pude entender. Luego, todos me miraron y se rieron de mí. Eso me descolocó y fue quizá lo que me hizo reaccionar de modo inesperado. Comencé a correr hacia ellos lleno de rabia, y, cuando llegué a su altura, en lugar de abalanzarme sobre alguno de ellos, proferí un grito cuyo significado aún me pregunto y, sin saber exactamente por qué, le di puntapié con toda mi fuerza al mendigo, que emitió un alarido que se me clavó en los oídos. Entonces empecé a darle patadas en el estómago con tal intensidad que los propios jóvenes se asustaron y salieron corriendo. Quise parar en ese momento, sobre todo porque me pedía clemencia llorando. Pero había algo dentro de mí que no me dejaba frenar.

En un momento, el hombre consiguió evitar una patada y me miró fijamente a los ojos implorando piedad. Fue en ese instante cuando descubrí que su rostro me era familiar. Demasiado familiar. Vi en él los ojos de mi padre. Mi anciano padre, que había desaparecido tiempo atrás. ¿Sería aquel mendigo el hombre que tanto había buscado? Me estremecí por completo. La formulación de esa pregunta me hizo pegarle aún con más fuerza. Y le pisoteé la cabeza hasta que conseguí desfigurarle el rostro. Lo extraño era que cuanto más le desfiguraba el rostro más se parecía a mí. Hasta que, al final, su rostro era como un espejo. Un espejo en el que comencé a verme reflejado. Tanto, que poco a poco comencé a sentir un tremendo dolor en el costado, y posteriormente en la cabeza. Entonces me detuve súbitamente, pero el dolor, en lugar de aminorar, se hizo más fuerte. Y la única solución para paliarlo fue seguir pegándole, haciéndome un daño terrible, sintiendo su dolor en todos los rincones de mi cuerpo. Hasta la extenuación. Hasta perder el sentido. Hasta no saber dónde acababa él y comenzaba yo. Hasta perderme.

No sé cuánto tiempo continuó aquella locura. Esta mañana, al salir el sol, me he sorprendido dando puntapiés a una pared, con las sandalias llenas de sangre y una masa de personas mirando fijamente hacia el lugar en el que yo estaba. He preguntado por el indigente. Pero nadie me ha contestado. Creo que ignoran mi presencia.

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Comentarios

  1. Me gusta mucho, pero es evidente que no es bonito ni veraniego. ¿Quieres que grabemos una serie de audiolibros de tus relatos cortos y la colgamos de Internet?

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  2. Gracias por el comentario. Lo de los audiolibros la verdad es que no estaría mal del todo. Como poco, nos íbamos a divertir un rato.

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  3. A mi me parece que está genial. Además encaja muy bien con otros relatos del tipo "Tengo una pistola apuntando a mi sien izquierda"

    Siento decirte que lo mas veraniego del relato es que el protagonista llevaba sandalias.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Gustándome mucho el relato sin embargo tengo mis más y mis menos con el tema sandalias: pienso que el ambiente onírico-veraniego (la cosa tiene ese aire pesadillesco de las noches mal dormidas por la calor) hubiera requerido un comienzo más verosímil y lo de ir a una fiesta en plan sandalias no lo veo claro, valdría para noche de terrazas pero no para sarao del bueno. Es evidente que las sandalias quieren dar una explicación más o menos racional al dolor que el protagonista siente en los pies al dar las patadas pero en el fondo no justificarían el dolor en el costado, la cabeza y el alma. Yo pondría zapatos al protagonista así el dolor de las patadas que atiza sería más real y el de la mañana más misterioso.Moler a alguien los lomos con patadas sandaliescas es un poco como el que te pego leches tipo Rumasa encogiendo el puño en plan mariposón).
    Por lo demás el relato me parece cojonudo. Felicidades.

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  6. Espléndido e inquietante relato, MAHN, y nada veraniego si tomamos en cuenta lo que en los periódicos suelen identificar con el término. Para mí sí lo es, y mucho, ya que está escrito (y es para leer) en verano. Así que, por ese lado, problema resuelto, que no todo van a ser señoras gordas comiendo sandía bajo un toldo en Los Narejos. En cuanto a la 'mini-polémica' suscitada por el tema sandalias, he de decir en tu favor que el relato resulta, en ese aspecto, más verosímil que nunca, ya que vivimos en una época de apabullante exceso masculino por enseñar los pies. La chancla de dedo (y en menor medida la sandalia) reina en los 'pieses' de los varones urbanitas de 2007, para desgracia del buen gusto y la elegancia. ¡Qué artazón de pulgares, meñiques y juanetes, todo el día expuestos a los ojos del prójimo, para desgracia de éste. Sabes que, aunque sea en la competencia, siempre es un impagable placer leerte. Un fuerte abrazo

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  7. Imagino que el patético protagonista del “cuento de verano” se había colocado un par de rayas, un canuto, un par de anfetas y los calimochos de rigor, así cualquiera pega no solo a su padre si no también a la madre que lo parió.
    Bromas a parte, muy bueno dentro de tu línea, no hace falta que firmes el relato de verano, lleva tu inconfundible estilo.
    Ya me gustaría leer cosas tuyas que no me pongan de “mala leche”, pero entiendo que después de la última putada, no tengas el trasero para “punteos”.
    Estas en tierra de nadie, pero tu tranquilo que también se vive así, esta mañana ha salido el Sol como todos los días, llegara el crepúsculo y te animará la puesta de Sol, tu hembra te recibirá como siempre, tu madre te hará la décima llamada del día y los que te queremos seguiremos dándote ánimos. Los otros, arribistas, lameculos, acomodados, enanos intelectuales y envidiosos siempre los tendrás mirándote con lupa.

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  8. GRacias a ttodos por vuestros sabios consejos. Los seguiré a pies juntillas. Lo de las sandalias es un apunte importante, si bien es cierto que, como señala sushi, esta moda de la hipertrofia del chancletismo es horrenda, y que debemos unir esfuerzos para superarla.

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  9. Como siempre, ahí sigues tú con tus relatos, dando cosica al lector. Inquietas, perturbas, incomodas. Enhorabuena, que eso no es fácil hacerlo con unas cuantas palabras.

    Eso sí, lo de "veraniego", como apunta sabiamente Taun, sólo cuelo por lo de las sandalias.

    Si te sirve de consuelo hace décadas un gran amigo mío, hoy pintor de los de pincel, no de los de brocha gorda, que gracias a Dios y a su talento vive de su arte, participó en un concurso de comic (yo le escribía algunos guiones y llegamos a ganr algún premio) en el que el motivo era SUDAMÉRICA... la única conexión con el continente austral fue nua línea de diálogo de un personaje que decía "ché, pibe".

    No ganó.

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  10. no se como llegue aca, pero el relato me parecio algo aterrador, me recordo a la naranja mecanica por la violencia adolecente, lo considero bueno.

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  11. Bien, creo que llego algo tarde para esos comentarios que necesitabas como el comer, si bien puedo decir en mi descargo que mi opinión no es precisamente lo que podríamos llamar sabia, así que vaya una cosa por la otra. Por otra parte, este ligero retraso también me sitúa fuera de la órbita veraniega que tanto parece haber condicionado a algunos de los comentaristas anteriores, así que mejor para mí. Eso sí, me sumo, tarde pero incondicionalmente, a la cruzada anti-sandalias (masculinas, se entiende); la comodidad, si es que fuera el caso, no puede justificarlo todo.

    Y vamos al cuento. Me ha gustado mucho. Tanto, que sólo puedo detenerme en algunos defectillos menores sin la menor importancia (suponiendo que puedan considerarse defectillos, y en ese sentido me remito a lo ya dicho acerca de mi propia opinión). A saber:

    1) En la frase Una decisión, sin lugar a dudas, equivocada, pues, nada más entrar, me encontré de bruces con lo que temía, me sobran comas. Es una mera cuestión de estilo, lo sé, pero peco de maniático en cuestiones de puntuación. Y aquí habría quitado unas cuantas comas. Tres, concretamente: Sin lugar a dudas, una decisión equivocada, pues nada más entrar me encontré de bruces con lo que temía.

    2) En la frase La formulación de esa pregunta me hizo pegarle aún con más fuerza, yo habría eliminado el principio; hace que resulte demasiado alambicada para mi gusto. Creo que habría sido suficiente con La pregunta me hizo pegarle aún con más fuerza.

    Lo demás, perfecto. Creo. Si acaso, a lo mejor habría eliminado el último párrafo; el tono del relato resultaría aún más inquietante y, de paso, nos habríamos ahorrado la polémica sobre las sandalias.

    Muy buen relato

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