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Trasiego

Después de tres días en Madrid impartiendo unas clases, llego a casa con el tiempo justo para cambiar las cosas de la maleta y salir para Ámsterdam. Lo que más me fastidia de este trasiego continuo es el desarreglo de horarios y, sobre todo, la ruptura de la rutina. Este verano había logrado acomodarme a la monotonía, y espero volver a recuperarla cuanto antes. Y es que no hay nada mejor para la productividad que la rutina, la automatización e interiorización de las tareas. Al menos, a mí me funciona de esta manera. Cuando viajo soy muy creativo, pero no me centro para hacer nada. Cuando estoy en casa, acomodado y tranquilo, aunque las ideas también se vuelven perezosas, las logro atrapar y hacer algo con ellas. La repetición y el aburrimiento, al final, son los mejores compañeros de la creación.

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