Ir al contenido principal

Fiebres

Después de tres días de fiebres altas, por fin consigo sentarme frente al ordenador. No ha sido la gripe A, sino la puñetera garganta, que siempre, por esta época, se pone farruca. El caso es que el cuerpo se queda como si te hubieran dado una paliza con el bate de los Malditos Bastardos. Y la cabeza, no os quiero ni contar. Eso sí, hay un momento, que suele ocurrir durante la segunda noche seguida de no bajar de 39, en el que el delirio se convierte en lucidez y pasan por la cabeza los pensamientos más insospechados. La mente funciona con una lógica totalmente diferente, de modo mucho más libre y creativo. Si uno tuviera fuerzas para levantarse de la cama y ponerse a escribir, los resultados serían asombrosos. Esta vez lo intenté, pero el cuerpo no estaba para muchos trotes. Así que de nuevo, todo quedó en agua de borrajas, o en sudores nocturnos y febriles.

Por experiencia, sé que es posible conseguir ese estado de creatividad febril a través de la sugestión. Sugestión fisiológica (drogas), pero sobre todo (y esta es la que he practicado), sugestión mental (meditación). A veces se llega a lugares parecidos a estos sinsentidos irracionales y libres de las fiebres. Pero desde luego, hay algo que no se puede conseguir. Algo que en la fiebre del virus es siempre más potente. Supongo que será la lucha interna entre el virus y las defensas del organismo. Esa lucha por la que te ves amenazado a salir de tu cuerpo. Esa amenaza de exilio momentáneo hace que el pensamiento vague por lugares ciertamente delirantes. Lugares que nunca pueden volver a ser evocados del todo.

Comentarios

Publicar un comentario