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Estudiantes que estudian

Williamstown es habitado casi en su totalidad por los estudiantes del Williams College, uno de los centros más prestigiosos de EE.UU. Aunque no es demasiado grande, el college, fundado en 1793 por Ephraim Williams, tiene en torno a 2500 estudiantes. Y aquí viene el misterio: en las ya tres semanas que llevo aquí aún no me he topado con ninguno por la calle. Por eso, pensando que estaba en un pueblo fantasma y que lo de los estudiantes era una leyenda urbana, le pregunté a un profesor que dónde estaban que no los veía por ningún sitio. Sorprendido, me dijo “pues dónde van a estar, estudiando”. Entonces me acordé yo de mis queridos alumnos españoles y de su pulsión callejera, cantinera y nocturna. Y no sé si me entraron ganas de reír o llorar.

Por lo que se ve aquí las cosas se toman muy en serio. También es cierto que un año en el Williams sale a los padres de las criaturas por unos 50.000 dólares, una broma cara para desperdiciarla paseando libros. Las diferencias entre esto y el sistema español son abismales, sobre todo en lo concerniente a la universidad. Aquí las universidades buenas son excepcionales, pero las malas son patéticas. Si no eres un fuera de serie, para estudiar como Dios manda tienes dos opciones: o estás forrado o dejas a la familia en bancarrota e hipotecada de por vida. En España las cosas son bien distintas. Estudiar es fácil. No hay excepcionalidades. Entre la Complutense y la Universidad de Murcia la cosa varía bien poco. Aunque la media sea bajita, al menos hay media. Aquí no. Aquí sólo ganan los mejores. Por eso la presión es tan grande que no todos aguantan. Y esto parece ser el denominador común en todos los campos. Tras tres semanas, esta es la primera conclusión: aquí la gente vive para trabajar, en España se trabaja (el que puede) para vivir.

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