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Columna SalonKritik: La responsabilidad de la palabra

Para una ética del decir –pero también del escuchar

“En un tiempo en que nuestro discurso se ha vuelto tan polarizado –cuando tenemos demasiados deseos de culpar por todo lo que aflige al mundo a quienes piensan diferente de nosotros– es importante hacer una pausa por un momento y asegurarnos de que nos hablemos de manera que cure, no de manera que hiera.” Estas son algunas de las palabras pronunciadas por Obama tras los sangrientos incidentes sucedidos en Tucson, Arizona. Más allá de la demagogia que uno quiera encontrar en cualquier discurso, y de los juegos de poder y entresijos de la alta política, lo cierto es que estas frases entran de lleno en dos de los problemas centrales de la vida pública y del uso del lenguaje en sociedad. En primer lugar, la fuerza de la palabra y su capacidad para producir realidades y causar efectos; y en segundo, y relacionado con la potencia performativa del decir, la imperiosa necesidad de un tiempo de reflexión antes de cualquier acto de habla. A estos dos puntos me gustaría sumar un tercero, también urgente y preciso: la necesidad de una ética de la recepción y de una escucha activa y comprometida. Si las palabras pueden herir o curar, y si, desde luego, hay una responsabilidad en el que tiene la capacidad del habla y se encuentra en el lugar de enunciación, también hay, y aún no tengo claro si en el mismo nivel –esto sería algo a debatir–, una responsabilidad –no siempre traída a este juego del decir– en el receptor de la información.

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Comentarios

  1. No te puedes hacer una idea de lo oportuna de tu entrada,justo hoy,justo ahora...

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