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Delirio y cordura

Los días pasados con Mieke Bal estuvieron llenos de conversaciones en torno a la locura. Su película, Una larga historia de locura, daba para eso. Hablamos de Remo Bodei y de Las lógicas del delirio, o de Pier Aldo Rovatti y de La follie in poche parole. Tanto estos pensadores italianos como Mieke Bal, sin saberlo, habían llegado a la misma conclusión, que la locura es la última frontera del sujeto. Y sobre todo que los locos no están tan locos, ni los cuerdos, tan cuerdos. De hecho, como sostienen Bodei y Rovatti, la civilización tal y como la entendemos sólo existe a través de pequeñas dosis de locura. Si nos tomásemos, como hacen los locos, las cosas al pie de la letra, sería imposible una vida en comunidad. Los únicos que realmente se toman en serio el lenguaje son, paradójicamente, los locos, los que no han podido aceptar del todo el orden de lo Simbólico. La película de Bal, entre otras cosas –especialmente, la relación entre violencia y locura: la violencia como una de las causas de la locura–, abunda en esa idea de la relación entre razón y delirio. Y, del mismo modo que intuye Remo Bodei, deja patente que hay una lógica en la locura, y una locura en la razón. Como dice Rovatti, la locura es necesaria en pequeñas dosis. Si no acabaríamos volviéndonos locos del todo.

Es curioso que, después de tantas conversaciones en torno a la locura, esta semana me haya sumergido en la lectura de un libro que, en principio, está al otro lado del espejo: Teoría de la cordura (y de los hábitos del corazón), de Higinio Marín, uno de los pensadores españoles más incisivos, y uno de los mejores maestros y amigos que uno puede tener. El próximo viernes, a las 20h, en la Biblioteca Regional de Murcia, estaré en la presentación de este libro que, en cierta manera, resume muchas de las preocupaciones de Higinio durante los últimos años. Le dedicaré un post como Dios manda, porque lo merece, pero, desde ya, os animo a leerlo con entusiasmo. Es una cartografía afectiva del mundo y de algunos temas centrales de lo que podríamos llamar "humanidad": la memoria, la piedad, el cuidado, la hospitalidad, la erótica, el pudor, la intimidad, la esperanza, el origen o el perdón. Y todos bajo la rúbrica de "la cordura", un término que Higinio entiende en toda su complejidad semántica: como un acorde, como un tono, un acuerdo de interpretación del mundo, una manera compartida de ver las cosas... o lo que es lo mismo, un "hábito del corazón".

De algún modo, entre la locura preposterior y trastornada de los personajes y los modelos históricos de Mieke Bal y esta teoría de la cordura es posible encontrar hilos conductores y lugares de contacto. Y es que, desde luego, para amar, para perdonar, para tener esperanza, para acoger al otro... no basta con la razón. Quizá la cordura en tanto que "hábito del corazón" no esté, al final, tan alejada de esa pequeña dosis de locura que "afecta" la razón.

Comentarios

  1. ¿Higinio Marín Pedreño? Buen tipo, ya lo creo. Pero nunca hubiera dicho que tuvieséis intereses afines. Intereses intelectuales, por supuesto

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  2. Pues sí, Marín Pedreño. Un buen amigo. Y un pensador absolutamente relevante. Aunque, evidentemente, nos dedicamos a cosas diferentes, y hay coass en las que nunca podremos estar de acuerdo, su magisterio es tal que en cuanto habla o escribe me convence. El diálogo y el debate en este sentido es absolutamente real, cordial y efectivo.

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  3. fué muy interesante la película... o la video creación de
    Mieke Bal,me quedé con muchas dudas sobre la relación que establecía con obras del pasado.

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