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Ir o no ir

–Hace tiempo que no dices nada, ¿qué te pasa?
–Lo de siempre, ando liado, más de la cuenta.
–Ya te lo advertí, te pongas como te pongas al final acabas en lo mismo.
–Lo sé, pero pensaba que esta vez iba a ser diferente, que esta vez iba a saber decir que no.
–Ingenuo...
–Ya. Al final, este cuatrimestre no voy a parar entre una cosa y otra. Conferencias, textos, marrones varios.
–No tienes remedio.
–Es verdad.
–Y la novela nueva ¿qué?
–Pues ahí va. Ése es el problema, que estoy un poco bloqueado y busco cualquier excusa para no ponerme con ella.
–Mala cosa esa para salir del bloqueo. ¿Qué sucede?
–El tono, el maldito tono, como siempre. Tengo la historia, pero no hay manera, no hay manera de dar con la voz con la que quiero contarla.
–Pues escribe, déjate de otras mierdas, y escribe sin parar, hacia delante, como si estuvieras entrando en la selva, a machete, desbrozando, haciendo camino. Ya llegarás a alguna parte.
–Ése es el problema, que realmente voy escribiendo. Llevo ya más de sesenta páginas y sólo para intentar pillar el tono. Pero nada. Y además, cuando ya estoy a punto, sale un viaje o una conferencia, o un evento ineludible, y después toca volver a empezar.
–Sísifo.
–Pues sí, Sísifo. O algo así. Es como comenzar a subir, a andar, a mover la piedra, esa piedra pesada que apenas de desplaza al principio, y cuando ya comienza a moverse, parar, volver atrás. Y comenzar de nuevo.
–Una putada.
–Sí, gorda. Y lo peor no es comenzar de nuevo. Lo peor no es volver a coger el tono, o volver a aproximarse a él (ya que no lo tengo aún). Lo peor es que, precisamente porque aún no está, te das cuenta de que todo lo que has hecho no sirve de mucho. Y empiezas entonces a mover la piedra para otro lado. A ensayar otras fórmulas. Así que lo peor no es tener que volver a andar lo andado, sino andar en otra dirección. Es infinito. Y matador.
–Te comprendo. Pero tú mismo, tío. Te dije que dijeras que no. Y tú, dale que dale.
–...
–Ponte ahora mismo a lo tuyo y déjate de compromisos. ¿Qué más tienes ahora?
–Pues, sin ir más lejos, una tesis. El lunes, en Granada. Y tengo que leerla toda. Echaré casi una semana. Y esta tarde, una charla. Y en dos semanas, una conferencia en Huesca. Y en diciembre, otras dos. Y tengo que revisar la edición al inglés de un texto, y la traducción al español de un libro. Y más cosas. Y luego está lo de China, que aún no lo sé.
–¿Lo de China?
–Sí, ayer me lo dijeron, pero aún no he contestado. Y no sé qué hacer. Es en diciembre, 13 de diciembre. Pekín. Me han invitado a una conferencia sobre Xu Bing a raíz del texto que escribí para su catálogo. Al final se irá una semana entre una cosa y otra. Y luego, lo de Sísifo y esas cosas.
–Pero es que... China. Podría ser una experiencia, ¿no?
–Lo sé, esa es la cosa. Ya he estado. No me mató, la verdad. Pero fue una gran experiencia. La literatura está hecha de esas cosas. Pero también está sin escribir precisamente por esas cosas, porque esas cosas te quitan tiempo.
–Tú verás.
–Lo estoy pensando, lo estoy pensando. Hoy tengo que contestar.
–Pues... no sé.
–Yo tampoco.

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