[Diario personal publicado semanalmente en La Opinion de Murcia]
VIERNES 27
Ver la historia
Llevas desde ayer sin dormir dándole vueltas a la novela. Nunca te
había costado tanto planificar algo. Páginas y páginas de estructura que
siempre se atascan en el mismo lugar. Estás desesperado. No puedes seguir
escribiendo hasta que puedas formarte en la mente una imagen de todo lo que va
a suceder. Sabes que otros escritores comienzan a escribir y van descubriendo
la historia paso a paso. Pero tú necesitas un mapa. Un mapa aproximado. Por
supuesto, luego podrás perderte. Pero siempre estará el mapa. El orden las
cosas. Tú tienes la historia. Sabes más o menos lo que sucederá, pero te falta
estructurarlo. Te falta la trama, el modo en el que la historia se entrelaza para
convertirse en novela.
Sin embargo, desde ayer vas sintiendo que poco a poco todo comienza a
ordenarse. Sales a pasear, a correr, te tumbas en la cama, das vueltas
constantemente intentando encontrar la forma precisa y percibes que algo está
formándose. El puzle caótico de fragmentos empieza a encajar. Una imagen empieza
a mostrarse. La intuyes, pero aún no la ves del todo. Necesitas materializarla,
tocarla, apresarla en la realidad. Recuerdas entonces que tienes guardadas en
un cajón unas cartulinas antiguas de colores que compraste en una papelería en
Estados Unidos. Las sacas, las extiendes sobre tu mesa y escribes en cada una
de ella capítulos, escenas, diálogos y pequeñas historias que comienzas a
ordenar como si fueras el montador de una película. Las mueves, las cambias de
sitio, eliminas algunas, insertas otras. Y ves que todo empieza a cuadrar de
verdad. Es como un mecano. Funciona. Suspiras aliviado. Funciona. Por primera
vez contemplas con claridad tu novela. Es como si toda la historia estuviera
desplegada, abierta, desmontada ante tus ojos. Y saltas de alegría. Es uno de
los momentos más importante del acto creativo. La estructura. Está ahí, delante
de tus ojos. La has visto, incluso has podido tocarla. Ahora, por fin,
comienzas a creer en que todo esto puede llegar a algún lado.
Por la noche, ves Nymphomaniac.
Lars von Trier es una de tus referencias. Algunas de sus películas te han
dejado seriamente perturbado. Y tienes muchas esperanzas puestas en este
trabajo. Sin embargo, sales del cine indignado. Es una operación de marketing
lamentable. Una estafa. Estrenar una película que no es más que la primera
parte de algo que ni siquiera es la versión del director no se puede definir
con otra palabra. Una estrategia para ganar dinero, crear expectación y llenar
salas. Sientes que te han tomado el pelo. Y eso hace que incluso dejes de
apreciar las pocas virtudes que tiene la película, que desde luego está a años
luz de otras creaciones del cineasta danés. Decides esperar a la forma
definitiva para posicionarte, pero por lo que has visto no te parece nada del otro
mundo. Ninguna provocación, ninguna sabiduría, nada cambia en ti por dentro. Te
deja, como a la protagonista, absolutamente frío. No sientes nada. Y eso,
piensas, es lo peor que puede suceder con una obra de arte, que no modifique ni
un ápice tu sensibilidad.
SÁBADO 28
El Yeguas
A las diez de la mañana, almuerzo en el Yeguas con tus hermanos. Es
una de las excusas que tenéis para encontraros en estas fiestas. En el Yeguas
hay una foto tuya en una esquina. Pocas cosas te hacen más ilusión. Era casi
como una casa para tu padre. Y lo sigue siendo para tus hermanos. Un merendero
de la huerta que ya es toda una institución. Y un lugar que para ti es una
puerta de tiempo en la que te reencuentras con tu pasado. La huerta, lo que
queda de ella, está condensada allí. Un regreso al origen que siempre te hace
feliz.
Esta mañana te intentas levantar lo más temprano posible, pero aun así
llegas con el café con leche en la garganta. Las diez de la mañana no es la
mejor hora para almorzar. Sobre todo si el almuerzo es a base de carne a la
brasa, morro, tocino, habas tiernas y toda clase de embutidos. Pero tu estómago
lo resiste. Y no se achanta ni siquiera ante el vino con casera y los cubiletes
de whisky que te tomas a las doce del medio del día. A la una estás contento como
si fueran las cuatro de la mañana. Por supuesto, no comes en casa. Y
desobedeces la máxima de tu hermano: “más vale comer dos veces que tener que
dar explicaciones.”
La siesta que duermes es monumental. Te despiertas sin saber ni dónde
te encuentras.
DOMINGO 29
Recorrer la estructura
Despiertas temprano y te metes de lleno en la novela. Tienes que pasar
la estructura al ordenador. La escribes varias veces y de varias maneras, la
transitas, la recorres y la examinas como si así la estuvieras atando para
siempre. Es muy difícil tener en la cabeza toda la novela, pero intentas
hacerlo, crear los nodos de memoria entre las escenas y las historias para que
todo sea más fácil. Esa es, crees, una de las mayores diferencias entre el
cuento y la novela. Que el cuento es un vistazo, una imagen que se puede ver
rápidamente; y la novela es un rizoma, un árbol lleno de raíces complejas y
vasos comunicantes.
Por la noche, cena con L., J., A. y unos amigos. Habláis de literatura
y llegáis a la conclusión de que Murcia está llena de muy buenos escritores.
Hay que hacer algo, un congreso, un libro, lo que sea. Y acabáis en un karaoke
cantando temas de Julio Iglesias. Afortunadamente, está casi vacío y no hacéis
demasiado el ridículo. Después, tomáis la última en el Revólver y te despides
de ellos. Te quedas con otros amigos que encuentras hasta que cierran todos los
bares. Regresas a casa andando a pesar del frío, la hora y la distancia. Estás
feliz. Tienes la estructura de la novela en tu cabeza. De camino, la repasas
otra vez. La tienes. Ha tardado. Y ahora no se puede escapar.
MARTES 31
Sueños cumplidos
Por la mañana te centras de nuevo en la novela. Quieres dejarlo todo claro
antes de que acabe el año. Comienzas un cuaderno nuevo y abres un archivo nuevo
en el ordenador. Pones a punto todas las cosas para comenzar a escribir al día
siguiente. Es como un ritual, dejarlo todo preparado para poder empezar el año escribiendo.
Necesitas estos pequeños actos simbólicos.
Justo cuando terminas, se enciende la luz de tu despacho. Lleva sin
funcionar más de medio año, prácticamente desde antes del verano. Y ahora
parece haberse arreglado milagrosamente. Le das al interruptor y se apaga y se
enciende a la perfección. Lo interpretas como una señal. Se ha encendido la
luz. Tu periodo de ofuscación ha llegado a su fin. Eso es lo que quieres
pensar.
Te cambias rápidamente de ropa para correr la San Silvestre de Murcia.
Es la primera vez en tu vida que lo haces. Y lo único que quieres es pasar un
buen rato y poder acabarla sin problemas. Te pones tu gorro de reno y corres
los 6,6 kilómetros junto a J., hablando y disfrutando del recorrido. Es una
experiencia magnífica que prometes repetir.
A la vuelta,
mientras te duchas y te preparas para la cena, rememoras el año. No ha podido
ser mejor. Ha sido un año
lleno de sueños cumplidos. Pero sabes que para otros la cosa ha estado muy
jodida. Más que de costumbre. Así que no pides más para ti. Tienes suficiente. Este
año los deseos son para los demás. Para los que conoces y para los que no. Que
2014 sea bueno. Que sea mejor. Al menos que no sea peor.
Por la noche, cenas con R. en casa de su hermana M. Una cena informal,
sin demasiada elaboración. Lo pasáis bien y os divertís un rato. Veis las
campanadas en la primera. Os abrazáis. Un año más. El futuro no deja de llegar.
La noche no se alarga demasiado y a las cuatro estáis ya en la cama.
Es suficiente. Tampoco es necesario más. Lees un poco antes de dormir. El año
comienza tranquilo. Apacible. Feliz.
MIÉRCOLES 1
Comenzar
Te levantas sin resaca y pones el concierto de año nuevo. El mundo
sigue estando en el mismo lugar. Entras a tu despacho y escribes. Desde el
principio. En el cuaderno. Todo estaba dispuesto. Comienza el año y comienza la
escritura. Y todo funciona a la perfección. Das gracias al mundo por tener la
suerte de experimentar estos momentos.
JUEVES 2
Mejor persona
Primera lectura del año. Stoner,
la novela que John Williams escribió en 1965. Es un libro asombroso. Una obra
maestra injustamente olvidada. Lo acabas bien entrada la madrugada después de
no haberlo podido dejar durante todo el día. Es una historia aparentemente
sencilla y sin demasiadas pretensiones, la vida de un hombre humilde que se
convierte en profesor de universidad y que cree en lo que está haciendo. Un
hombre común con una vida normal. Nada más. Pero esa normalidad hace que el
personaje respire y parezca vivir realmente. Es una historia que te interpela y
en la que te sientes reconocido. Por eso la acabas con lágrimas en los ojos y
absolutamente conmovido. Stoner es
magia. Te transforma. Te hace mejor persona. Para eso sirven los buenos libros.
Y quizá ésa sea la única y verdadera función del arte, hacer el mundo un lugar
mejor.
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