VIERNES
18 / Fama
Las
noticias de la muerte de Gabriel García Márquez están por todos los lados. Las
redes no paran. La saturación de la información acaba por banalizar las cosas.
Todos ahora son lectores. Todos lloran la muerte. Todos se han quedado
huérfanos del gran escritor. Y tú, sin embargo –lo confiesas ahora y no te avergüenzas
de hacerlo–, no has leído nada de García Márquez. Alguna línea suelta y algunas
páginas para probar, pero ya está. Quizá ahora sea buen momento. Este verano. Pero
hay tanto por leer.
Por
la tarde, acabas el “Presente continuo”, lo envías y sales de cena con R. y unos
amigos. Un rato agradable que se hace corto. Mientras volvéis a casa, L. te
manda un mensaje para decirte que está en Murcia con J., D., J.O., H. y M.L. R.
dice que está cansada, pero te acerca en coche hasta el lugar en el que están.
Llegas demasiado tarde, aunque aún te da tiempo a confesarles eso que acabas de
escribir, que no has leído a García Márquez. H. dice que él tampoco. M.L. dice
que ella sí, y bastante. Habláis sobre escritores muertos, sobre el poder, el
mercado, el dinero, en fin, sobre las cosas terrenas del mundo de la
literatura. Cuando todos se van, te quedas con L. y os acercáis al Bizz’art. Una
vez más se os hace más tarde de la cuenta.
SÁBADO 19 / Emma Bovary
Dedicas
todo el día al texto que tienes que escribir sobre Madame B., la exposición que Mieke Bal y Michelle Williams van a
realizar en Medellín sobre Madame Bovary. Lees el libro de Vargas
Llosa sobre la obra de Flaubert y disfrutas de su prosa y su capacidad de
análisis. Después, te adentras en ¿Por
qué duele el amor? Eva Illouz observa cómo la imaginación moderna –primero
a través de la novela y luego, de la cultura de masas– ha creado unas
expectativas, las del amor romántico, que no pueden ser satisfechas y que
producen frustración y dolor. Emma Bovary siente dolor y desamor precisamente
porque no consigue llevar a su vida cotidiana todo aquello que ha leído sobre
el amor. Piensas entonces que Madame Bovary es casi como una especie de
Quijote, cuya imaginación se ha construido a través de la lectura. Los dos
enloquecen a través de los libros. Pero mientras que Don Quijote puede salir
sin complejo de culpa al mundo exterior creyéndose un caballero, Emma sólo
puede hacerlo subvirtiendo las barreras del género y la clase, rompiendo las
reglas, los espacios y los roles de la feminidad.
No
te imaginabas lo que ibas a acabar aprendiendo sobre Flaubert. Te ocurre
siempre lo mismo. Estos textos por encargo te llegan y no sabes decir que no.
Cuando empiezas te cuesta trabajo. Te cortan tu ritmo de escritura. Pero al
final acaban siendo disparaderos de ideas que aprovechas más tarde. De hecho,
es allí donde encuentras muchas de las cosas que luego dejas caer en tus
escritos. Encuentras sin buscar. Pura serendipia. O algo así.
Por
la noche, antes de dormir, Cristo resucita en el pueblo. Escuchas las campanas
desde casa. Recuerdas tu infancia, de monaguillo, las noches en las que
encendías las velas de la hoguera. Y la noche en la que al cura se le olvidó rezar
el Gloria y tu madre se indignó porque no le habían resucitado a Cristo.
Recuerdas también las monas con chocolate, y la gente rompiendo tiestos en la
puerta de la ermita. Ya no crees en nada de aquello, pero sabes que eres lo que
eres porque fuiste lo que fuiste.
DOMINGO 20 / Tiempo atrás
Te
levantas temprano y sigues con el texto de Madame
B. Te quedan las últimas lecturas antes de ponerte a escribir. Vas tomando
notas, pero no sabes cómo estructurar el texto hasta que consigas leer todo lo
que tienes sobre la mesa.
A
medio día, recibes una buena noticia. Una editorial italiana se ha interesado
por Intento de escapada. Miras la web
y te gusta lo que ves. Mucho.
Por
la tarde llevas el coche a la casa de tu hermano para que tu sobrino lo revise.
Lo dejas y te vuelves corriendo desde la huerta. Tardas una hora y acabas
frustrado porque tienes que pararte cada dos por tres para que los perros no
salgan corriendo detrás de ti. Te aterrorizan. De pequeño, uno te tiró de la
bicicleta y te clavaste una espina en la garganta. Desde entonces, siempre hay
algo en ellos que te produce pavor. Incluso en los más pequeños. Cuando vas por
la calle, te cambias de acera. Ellos lo perciben, sienten de tu miedo. Y quizá
por eso te ladran y te persiguen.
Antes
de dormir, lees El vientre de la ballena.
Es la tercera novela de Javier Cercas que, ahora quince años después, ha
reescrito. En el prólogo dice que allí había una historia que no supo del todo
cómo contar. Ahora es mejor escritor y sabe cómo hacerlo. La semana pasada
leíste El pudor del pornógrafo, la
primera de Alan Pauls, republicada tal cual. Él decía que allí escribió lo que
tenía que escribir y que hoy es otro. Cercas, sin embargo, prefiere reescribir.
Quizá es porque Cercas, a pesar de ser mejor escritor, sigue obsesionado con
los mismos temas. De hecho, la novela tiene mucho que ver con lo que ha escrito
después.
Te
quedas despierto hasta muy tarde leyéndola y consigues acabarla toda.
Trescientas páginas que devoras hasta el alba. No puedes dejarla. Se le ven las
costuras, pero te gusta. Te cautiva esa sencillez aparente. Y sobre todo el
modo en el que Cercas trabaja la ética. Es grande, Cercas. Incluso en este
libro. Te gustaría escribir así.
LUNES 21 / Preparativos
Te
levantas tarde. Apenas has podido dormir unas horas. Te das cuenta de que aún te
faltan accesorios para el traje de huertano. Las esparteñas, las calcetas y la
faja. Y también el chaleco, que siempre pides prestado. Así es que lo primero
que haces es ir a comprarlo todo. Y ves que Murcia está llena de gente que,
como tú, lo ha dejado para el último momento.
Por
la tarde comienzas a escribir el texto sobre Madame B. Consigues darle una cierta estructura y lo dejas esbozado.
Tenías que haberlo enviado hoy, pero te vas a volver a retrasar.
MARTES 22 / Murcia es una fiesta
Te
levantas temprano e intentas avanzar el texto todo lo que puedes, al menos para
dejarlo trazado e irte al Bando con cierta tranquilidad. Estás solo en casa. R.
se ha ido de campamento con los alumnos y te quedas tres días sin ella.
A
las doce y media te vistes de huertano y sales para Murcia, donde has quedado con
J. y L. Empezáis temprano el aperitivo. Pero Murcia es ya una fiesta. No paráis
de encontrar amigos. A las tres ya estáis cansados y paráis para comer.
Después, os juntáis con más amigos en AB9 y de allí salís un poco pasados de
copas. Tomáis unas pizzas y, mientras veis el Atlético-Chelsea en casa de J.,
el cansancio empieza a hacer mella en ti. Casi ni ves lo que muestra la
pantalla. Te echas agua por la cara, metes la cabeza debajo del grifo, comes unos
donuts de chocolate y te bebes dos cafés seguidos. No sabes si vas a poder salir
del sofá. Sin embargo, milagrosamente, te levantas y andas. Y es en el
Bizz’art, después de tomar un Red Bull, cuando te vienes arriba. Te sientes
resucitar y te llega la felicidad. Después te tomas una Coca-cola y ya te falta
levitar. Hacéis una ruta por los bares y encuentras a más amigos. Y es entonces
es cuando tus compañeros empiezan a caer. L. es la primera baja. J. aguanta
contigo hasta el final, aunque a las tres de la mañana ya casi no da el habla.
Os despedís y vuelves a casa sin una mancha en el traje y totalmente despierto,
como si acabases de salir por la mañana. En el camino adviertes el estado en el
que están las calles. El paisaje después de una batalla. O de una Apocalipsis
zombi. Algunos caminantes, de hecho, es lo que parecen. Todo huele a orín. Grabas
la escena en tu mente y en tu móvil. Murcia era una fiesta. Pero toda fiesta
tiene su vomitorio.
MIÉRCOLES 23 / Libros y noches
Te
despiertas mucho menos resacoso de lo esperado. Sólo te duele algo el estómago,
pero enseguida se te pasa. Aun así no logras concentrarte y apenas avanzas un
poco en el texto. Tampoco te centras demasiado para leer.
Por
la tarde, ves el Madrid-Bayern con J. en el Parlamento. Pastel de carne,
cervezas y negroni. Ganáis. Te animas enseguida. Justo después del partido, en
AB9 habéis planteado una noche de los libros. Ayer, en plena euforia huertana, decidisteis
improvisar algo para el día del libro. Y eso es lo que hacéis esta noche. Os
juntáis unos cuantos. L. lee el primer capítulo de su novela inédita. Y tú, varias
páginas de la tuya aún en curso. Lo haces directamente desde el cuaderno, para
mostrar cómo salen las cosas antes de editar. No sabes si gusta o no, porque
todos están muy cansados. Luego la conversación se prolonga y estáis allí hasta
bien tarde. Cuando todos se van, N. te llama y te dice que está en el
Repúblika. ¿Por qué no?, piensas. Te acercas y te quedas hasta que cierran
hablando de series y películas. Luego intentáis entrar en algún lugar, pero ya
está todo cerrado, incluso los sitios que están abiertos cuando todo cierra. A
las cuatro y pico desistes y vuelves a casa. De nuevo, no estás cansado. Lees algo
antes de acostarte. Sin R. en casa, escuchas más ruidos de la cuenta y miras
algo de porno en Internet para ver si así te vence el sueño. No te duermes
hasta que amanece.
JUEVES 24 / Normalidad
Consigues
levantarte para escribir y contestar algunos mails. Avanzas el texto de Madame B. y lo dejas casi terminado. Sales a correr para
quemar las toxinas de estos días. Te sientes bien. Siete kilómetros en los que
te vas acercando a la normalidad. De la ducha sales como si fueras una nueva
persona. Por la tarde, quedas en Murcia para hablar de literatura y asistes a
la presentación de la novela de Benjamín Prado en el Zalacaín. Después hay
muchas actividades a las que quisieras ir. Por un momento estás tentado a
quedarte. Pero tu estado de normalidad te pide volver a casa y cenar tranquilo.
Mañana vuelve R. No puedes dormir. Ves una película malísima, Movie 43, y lees unas cuantas páginas de
Alabanza, de Alberto Olmos. Te
duermes a las cuatro, con el viento azotando las ventanas y moviendo un extraño
objeto en la azotea. Prefieres no pensar en eso.
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