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Presente continuo (semana del 15 al 21 de agosto)

VIERNES 15 / La conciencia
No te das cuenta de que es fiesta hasta que te lo dicen. En vacaciones todos los días son iguales. Y hoy, como cualquier otro, escribes. Sigues el ritmo casi obsesivo de toda la semana.
A finales de la mañana vuelves al gimnasio. Esta vez te lo tomas con calma. No quieres forzar de nuevo y que te duela el abdomen. Así que corres un poco sobre la cinta y haces algo de bicicleta. Sientes tu cuerpo más ligero y apenas te tira la cicatriz. Aún no estás curado del todo, pero cada día las sensaciones son mejores. Después del ejercicio, entras unos minutos al Spa y consigues relejarte. Llegas a casa como nuevo.
Por la tarde, escribes el “Presente continuo” y lo acabas justo antes de salir a cenar con R. Una pizza en una terraza, un helado, un paseo tranquilo y vuelta a casa. Murcia está vacía, pero la noche es agradable. Pequeños momentos de felicidad.
En la tele ponen la Lolita de Kubrick. Te quedas viéndola hasta la madrugada con un Jameson con hielo en la mano. Ninguna película podrá hacer justicia a la novela, al lenguaje rico y sensual de Nabokov. Hay un lugar al que llega la literatura y al que jamás podrá aproximarse el cine: la conciencia. No hay gesto, ni mirada, ni acción que logre comunicar el flujo de pensamiento.

SÁBADO 16 / Escenas maestras
Madrugas y continúas todo el día la escritura. Pasas una y otra vez sobre los párrafos, removiéndolo todo. Sigues anclado en la segunda parte, recortando, rehaciendo, intentando hacerla más fluida.
En los descansos, comienzas a leer La vida nueva, de Orhan Pamuk. El comienzo promete: “Un día leí un libro y toda mi vida cambió”. Sin embargo, te cuesta seguirlo. El lenguaje es preciosista y en ocasiones demasiado lírico.
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Por la noche ves El resplandor. Habías visto escenas, conocías la historia e incluso habías leído fragmentos de la novela de Stephen King, pero todavía no habías tenido la oportunidad de ver la película entera. Y esta noche la disfrutas. Hay escenas que son el precedente de mucho del vídeo arte contemporáneo. No puedes evitar pensar en Bill Viola cuando ves la catarata de sangre saliendo a cámara lenta por el ascensor. Y también escenas maestras, como la cámara siguiendo al triciclo del niño por los pasillos. Es puro esteticismo y formalismo. La cámara se mueve, es un personaje más. No es sólo una ventana que muestra una escena, sino alguien que nos conduce dentro de ella, que nos arrastra al interior. Es, en ese sentido, una película absolutamente barroca. Espacio coextenso y teatralidad.
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DOMINGO 17 / Inmersión
Por la mañana escribes. Y también por la tarde. No descansas. Ves a lo lejos el final de agosto y quieres aprovechar cada momento. Sabes que cuando comiencen las clases va a ser más difícil continuar con esta inmersión.
Hoy estás inspirado. Comienzas a intuir la forma de la novela. Hay ahora cosas que comienzan a gustarte. Una frase en condiciones es capaz de alegrarte el día.
Sigues leyendo La vida nueva, pero no sabes dónde va. Es demasiado repetitiva, demasiadas vueltas sobre lo mismo, demasiado alegórica. Se te hace algo pesada y decides dejarla para más adelante.
Sales a andar por el río antes de cenar y consigues correr un poco. Te activas y con la excitación no puedes dormir y decides levantarte a escribir. Se te hacen más de las tres frente a la pantalla.

LUNES 18 / Inspiración
Te cuesta trabajo despertarte. La novela se te metió anoche en el sueño y te has levantado cansado y con dolor de dientes, como si hubieras estado apretando las mandíbulas. Se te ocurrió un título nuevo y has estado rumiándolo inconscientemente. Crees que funciona. Aunque aún necesita la prueba del tiempo.
A finales de la mañana, vas al gimnasio y entras un rato en el spa. Te relajas y al mismo tiempo te despiertas. El cuerpo se vuelve a activar. Aunque la mente en todo momento sigue estando inmersa en la novela, en su mundo, en su forma, en su estructuras. Te ha poseído por completo. No hay un minuto libre.
Escribes, desde ayer, el capítulo en el que el protagonista pasea por el pueblo norteamericano en el que se desarrolla la acción y recuerda los lugares que habitó la primera vez que estuvo allí. Tú los recuerdas con él. Abres el Google Earth y recorres de nuevo Williamstown. Es como volver a pasear, pasear en la imagen y al mismo tiempo pasear con la memoria. El personaje y tú hacéis el mismo camino. Hay entre vosotros una especie de solidaridad espacial.
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A media tarde, dejas de escribir y comienzas a estar atento a Internet: las noticias sobre el Murcia son malas. La Liga no acepta la sentencia del juez y decide no inscribirlo en Segunda A. Sólo queda un último recurso, el jueves, pero la cosa no pinta bien.
Después de cenar, quieres leer, pero esta noche el capítulo sobre el pueblo te ha capturado. Estás tan inspirado que, por momentos, tienes que frenar para respirar. Es una sensación curiosa. Te ha sucedido otras veces. Hay un instante en que la creatividad es casi como la náusea de Sartre. Tienes que frenarla para poder administrarla. Es como si te diera miedo dejarla fluir, como si no fuera razonable. Y tienes que pararte y salirte un momento de ti, y mirarla, y escribir sobre ella, y decirte «qué inspirado estoy». Y entonces todo se frena y vuelve a la normalidad.

MARTES 19 / Imágenes que duelen
Mañana de recados. Correos, paquetes, gestiones en el banco. Después, comida con R. No la veías desde hace casi un año. Junto a vosotros está sentado un jugador del Murcia e intentas poner atención a lo que dice. Las noticias, como intuías, son malas. Y las esperanzas, justas.
Comienzas a leer Amor perdurable, de Ian McEwan. Tenías ganas ya de entrar en algo del escritor inglés. Y lo que lees te gusta. El tono te interesa. Es el que buscabas. Menos relamido que Pamuk, pero tremendamente reflexivo. Un análisis perfecto y lúcido de la paranoia y de las relaciones humanas. Otro escritor a seguir.
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En la tele y en las redes sociales, una y otra vez, aparece el vídeo del degollamiento del periodista James Foley. No puedes mirar las imágenes. No logras aguantar su obscenidad. Es mentira que ya no importen las imágenes. Al menos, para ti. Es cierto que has escrito en más de una ocasión que hemos visto tanto que ya no vemos nada, que ya somos insensibles, como decía Susan Sontag, ante el dolor de los demás. Sin embargo, esas imágenes te atraviesan, te cortan, te salpican, se vuelven tremendamente reales. Algo está cambiando en ti. Es como si tu umbral de sensibilidad hubiera comenzado a existir.
Por la noche ves la final de la Supercopa. Termina a horas imposibles. La realización de TVE mostrando el rostro de Casillas y acto seguido el de Keylor Navas en el banquillo es puro montaje ideológico a lo Eisenstein. Demencial. La realidad se convierte cada vez más en narración.

MIÉRCOLES 20 / Abrir puertas
Investigas al mismo tiempo que lo hace el protagonista de la novela. Es curioso cómo el proceso ficticio de escritura se equipara al proceso real de investigación. Sería interesante trazar esos lugares vacíos entre la novela y la realidad, esos espacios donde las fronteras se diluyen y todo se vuelve borroso. Y es que estos días, en el fondo, tú vives entre dos mundos, el real y el ficticio. Y los dos se contaminan mutuamente.
Por la tarde, llevas a R. a urgencias con un dolor en el tobillo. Un pequeño esguince. Nada grave. Pero más vale prevenir.
Te quedas escribiendo hasta bien entrada la madrugada. Estás atascado en un capítulo. Pasas varias horas intentando estructurarlo. Piensas sobre todo en el equilibrio, en qué viene antes y qué va después. Hay un extraño momento en el que la escritura se convierte en medida. Es puro contrapunto. Dosificación. Vacíos y llenos. Armonía. Proporción. Ritmo.
De lo que te das cuenta es de que al final la novela te va a tomar más tiempo del que habías pensado. Te has autoimpuesto una fecha tope para terminar y ahora ves que no vas a poder cumplirla. Durante un momento te sientes desasosegado. Pero enseguida te relajas. Y llegas a la conclusión de que esta escritura es de las pocas cosas en esta vida que no deberían tener plazos. No caduca, no hay prisa. Es el propio texto el que impone el ritmo. Por supuesto, quieres terminar cuanto antes. Pero no por publicar. No. Eso es ahora lo que menos te interesa. Si quieres acabar lo que estás escribiendo es por una sola razón: para que los demás lo lean. Para comunicar y compartir ese mundo en el que vives en los últimos meses y que sólo es habitado por ti. Necesitas dejar que la gente entre a ese lugar, invitarlos, abrirles las puertas. Estás cansado de tanta soledad.
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JUEVES 21 / Caer al fango
Madrugas y escribes unas horas por la mañana antes de almorzar en El Yeguas con tus hermanos. Visitas también de modo rápido el taller de tu hermano y ves cómo trabaja directamente con la madera, tallando incluso con motosierra. Comprendes que la escultura no tiene ya ningún secreto para él, que ve claramente lo que hay dentro del bloque de madera y lo saca a la superficie, que ha convertido en cotidiano algo que para los demás es absolutamente extraordinario y excepcional.
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La tarde la dedicas a reuniones con doctorandos. Recibes uno detrás de otro como si fuera la consulta de un médico. Después, tomas una cerveza con M. y le recomiendas que sea menos intensa y más payasa, que el secreto para superar la inseguridad es no tomarse en serio a uno mismo y tirarse alguna vez al fango. Una vez has caído ya sólo queda levantarse. Y todo es más fácil.
Cuando llegas a casa te enteras de que el Murcia definitivamente ha bajado a Segunda B. Sientes impotencia. Incluso lloras. Es tu Real Murcia. Os han jodido bien. De este fango sí que va a ser difícil salir.

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