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Presente continuo (semana del 22 al 28 de agosto)

VIERNES 22 / Espacios innominados
Terminas temprano el "Presente continuo" de la semana y te pones directamente con la novela. Necesitas como sea acabar la revisión del capítulo que tienes atragantado. Le has dado todas las vueltas posibles y por fin hoy consigues sacarlo adelante. Cuando lo concluyes te sientes liberado, como si hubieras coronado una cima que se te resistía. Respiras un momento y tomas aire para continuar. El camino es largo y todavía te queda bastante tramo por recorrer. Y siempre, en todo momento, tienes en la cabeza el final, la última escena, la última frase incluso. La has escrito ya, sabes cómo acaba todo. Aunque hay un momento de vacío hacia final, un pequeño giro que aún no has pensado cómo solucionar. Ese espacio en blanco que media entre el lugar en el que estás ahora y el lugar al que quieres llegar es el que te guía, el que da fuerza para seguir, como si en el fondo escribieras para saber qué es lo que ocurre, cómo se soluciona todo. Escribir para descubrir, para conocer por qué la historia acaba en ese lugar que ya has escrito, por qué así y no de otro modo.

Por la tarde vas al gimnasio. Cada vez te sientes mejor. Aún miras tu cuerpo en el espejo y no acabas de reconocerlo del todo, aunque la mirada se ha acostumbrado antes de lo que imaginabas. Mucho antes que el tacto.

Por la noche ves la Supercopa en casa de L. Pierde el Madrid, pero no te afecta demasiado. Tienes la cabeza en otro lado. Por alguna razón estás eufórico. Es posible que sea el gimnasio, o que has superado el escollo de la novela, o quizá sea simplemente que comienzas a reconocerte, que regresas, que has vuelto a la normalidad.

Tras el partido, salís a dar una vuelta y os encontráis a M. y E. Percibes algo particular en el ambiente en Murcia, en los bares, en el alcohol, en la gente. Una alegría compartida, una sensación de fin y, a la vez, de regreso, de conmemoración de algo que no se sabe muy bien qué es.

La noche se alarga y te quedas con E. Cuando ya ha cerrado todo, os dejan entrar en un bar después de tocar varias veces a la puerta e inventar una excusa para convencer al portero. La conversación fluye. Libros, amistad, más que amistad, imágenes verdaderas e instantes de peligro. Bebéis y sin embargo la ebriedad es extraña, llega como a ralentí, a destiempo. Al menos a ti. Porque todo es distinto esta noche. Paradójico. Es como estar desdoblado y sin embargo presente. Y se todo se transforma en puro existir, mero estar, para nombrar vacíos que aún no habían recibido nombre, para habitar lugares que habían permanecido ocultos, espacios para detenerse, frenar el tiempo y convertir el presente continuo en elipsis, en imagen verdadera que no cesa de reverberar.


SÁBADO 23 / Cuerpo expandido
La resaca es monumental. Y sin embargo es mucho menor de lo que habías imaginado. Todo el día dormitas y divagas. Sigues ahí, en el mismo lugar. Por un lado está tu cuerpo y, por otro, tu mente, que intenta poner las cosas en orden sin demasiado éxito.

Poco a poco, a lo largo del día vas recuperando la normalidad. Y la normalidad entra a través de la novela. Comienzas a revisar el siguiente capítulo y te reencuentras en la escritura.

Por la tarde empiezas a leer Tocarnos la cara, de Belén Gopegui. Te interesa la idea de crear un espejo humano. Te recuerda por momentos a  La habitación oscura y a las novelas de Isaac Rosa. Sientes que ambos comparten un universo común, un interés por las emociones localizadas en lo social.

Extant sigue siendo tu serie favorita en estos momentos. Te gustan los dos nuevos capítulos. Por la noche, sueñas con extraterrestres y fines del mundo. Te despiertas sobresaltado y te vuelves a dormir. Y entonces sueñas que vuelas y puedes ver la tierra desde las alturas. Pero en el sueño no tienes cuerpo; no hay un lugar concreto en el que estés situado. Eres el viento, la atmósfera, las nubes, como si te hubieras convertido en pura consciencia, como si la materia se hubiera expandido y ya no hubiera dentro ni fuera, interior ni exterior, sólo un continuo infinito más allá de cualquier límite. Cuando despiertes lo recordarás todo. Y cuando lo escribas lo volverás a experimentar.


DOMINGO 24 / Historias de verdad
Escribes toda la mañana hasta la tarde. Es el cumpleaños de tu sobrino y lo celebráis en familia. Seis años ya. Apenas hace nada y, sin embargo, recuerdas aquel momento como perteneciente a un tiempo muy lejano. Han cambiado tantas cosas desde entonces… Algunas quizá regresen –ojalá– algún día; otras se han ido para siempre.

Después del cumpleaños, visitas a J. Está enferma y siempre te dice que no la llamas, que no vas a verla, que la tienes abandonada. Ella es como tu madre. Y tú siempre buscas excusas. Siempre hay tiempo para los demás, dice, para los libros, para el fútbol, pero no para ella. Y es verdad. En parte es verdad.

Te sientas en el patio junto a ella. Estás allí un rato. Le dices que la semana que viene te vas a Alemania. Y ella, como siempre que viajas a algún lado, no lo entiende. Que vengan a verte aquí, dice. ¿Es que no puedes dar la conferencia por teléfono?, pregunta. Te hace gracia su visión de las cosas. Pero quizá haya algo de razón en su ingenuidad. A veces hay que viajar, le dices. Hay que ir a los lugares. Estar allí es necesario, le explicas. Y le preguntas entonces por su gran viaje, cuando era joven. Tres años estuvo en Alemania, volviéndose los veranos. En tren. La primera vez que salía del pueblo, sin hablar ni una palabra de otra cosa que no fuera español, sin conocer ni siquiera el nombre del lugar al que iba, «sin saber nada de la vida, hijito».

Todavía relata el viaje como algo mítico. Y mientras lo cuenta con sus palabras, con sus propias metáforas, con sus giros, con sus elipsis, piensas que ahí también hay una historia. Una historia más potente que todas las que tú puedas contar, porque está llena de vida, porque es real. Porque es una historia verdadera. Y piensas entonces que todo el mundo tiene historias que contar, que no somos otra cosa que los relatos que nos damos, que la vida es pura narración, que la verdadera novela está siempre más cerca de lo que creemos.


LUNES 25 / Proyectos
Comienzas hoy el proyecto para solicitar una estancia en la universidad de Cornell para el año que viene. Un año académico. Si todo sale bien será un gran cambio en tu vida. Aún no lo tienes claro y, sin embargo, estás dispuesto a hacerlo, aunque al final no se dé la coyuntura para poder irte. Tienes que presentar un proyecto de investigación y el programa de una asignatura para un semestre. Pasas la mañana esbozando posibilidades e intentando concretar el tema. Sólo hay una cosa clara: tiene que girar en torno al tiempo. No se podría ajustar más a tus intereses.

Llega un regalo anónimo de Amazon. Un reloj de cocina. Te desconcierta. Piensas en que pueda ser una obra de arte. Y recuerdas las obras de On Kawara o las de Valcárcel Medina, la idea del arte como regalo, la idea de la vida como regalo. Sigue siendo extraño dar sin pedir nada a cambio. El don sigue siendo subversivo. Ofrecer, darse, entregarse. Te hace pensar. Te hace entregarte.

Las redes siguen llenas de gente tirándose cubos de agua en la cabeza. «Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha», o algo así. Qué lejos estamos de eso. La solidaridad y la publicidad son ahora  la misma cosa.


MARTES 26 / Distracción
Al gimnasio, temprano. Se te va la mañana en gestiones y compras. Por la tarde intentas escribir pero no te concentras demasiado. Tenías la cabeza en modo novela y ponerte ahora en «modo académico» te está costando demasiado. Mientras escribes el proyecto, notas que no funciona, que no avanza, que no hay manera. Demasiadas cosas por venir.

Por la noche ves el nuevo capítulo de The Leftovers y te reconcilias con la serie. Sólo al final ha conseguido remontar y tener sentido.


MIÉRCOLES 27 / Magia
Por la mañana, continúas con proyecto. Encuentras, al fin, la solución. Después de dar varias vueltas, optas por el camino más fácil: continuar con tu investigación sobre las prácticas de historia en el arte contemporáneo e intentar ampliarla hacia algunas cuestiones que te han interesado estos años y que están cerca de esa línea, la obsolescencia y el anacronismo. Así que eso es lo que planteas: anacronismos del arte contemporáneo. Comienzas a redactarlo. Te cuesta encontrar el lenguaje preciso y la estructura justa, pero consigues dejarlo trazado.

A mediodía te encuentras la sorpresa. Un ejemplar de Fluchtversuch, la traducción alemana de Intento de escapada, ha llegado por correo. Cuando abres el paquete y tomas el libro en tus manos sientes algo que no sabes realmente cómo expresar. Es tan especial, tan inimaginable, tan cercano a estar soñando, que paradójicamente lo experimentas con distancia, con frialdad, como si no fuera contigo, como si lo vieses desde fuera y te hubieses ido lejos para observarlo desde el otro lado. Luego, poco a poco, vas cayendo a la realidad y empiezas a ser consciente de lo que significa. Una especie de embriaguez extraña se apodera de ti y comienzas a estar de nuevo ahí, dentro del cuerpo, sintiendo la hechizo del instante. Hay algo de magia en todo esto, piensas. En esta vida, en estos momentos. Y en los que siguen. En que sean posibles, en que puedan ser experimentados, en que tengas el privilegio de vivirlos, de compartirlos, de habitarlos. Quisieras retener esta dicha para siempre. Algo permanecerá, sin duda. Algo tiene que quedar de este presente.

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JUEVES 28 / Preparación
Terminas el proyecto de investigación y el programa del curso y lo envías para traducir. El resto del día lo dedicas a planificar el viaje a Alemania: planchar camisas y pantalones, decidir qué meter en la maleta, ver dónde están los hoteles en los que te vas a alojar, apuntar cómo ir del aeropuerto a la ciudad, saber cuántas horas libres vas a tener para ver algo, cuándo y dónde son las presentaciones y las entrevistas, cómo vas a plantear las lecturas o qué libros vas a llevar contigo. Acabas, como siempre, a última hora. Ves un episodio de Extant, te tomas dos pastillas de Serenia y te vas a la cama. Te acurrucas junto a R. Mañana vuelve a ejercer de Penélope. Y tú vuelves a viajar solo, una vez más. Estás nervioso. Ilusionado y lleno de ganas, sí, pero muy nervioso. En el fondo sientes que todo esto te supera.

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