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Presente continuo (Semana del 29 de agosto al 4 de septiembre)

VIERNES 29 / Hamburgo
Sales para Alemania temprano. Hamburgo, Berlín y Dusseldorf. Tres ciudades en las que presentarás la edición alemana de tu novela. Estás nervioso, entusiasmado, inquieto y lleno de responsabilidad. En el viaje escribes el “Presente continuo” y lo envías desde Hamburgo. Nada más llegar, caminas hacia la librería en la que mañana será la presentación. Has quedado con el librero para dar una vuelta por la ciudad y preparar el evento. Por el camino te encuentras con una especie de feria cerca del Alster llena de gente comiendo salchichas y bebiendo cerveza. Parece una estampa típica que alguien ha puesto allí para ti.
La librería Sauttier + Lackmann es una especie de paraíso para perderse. Comienzas ya en ese momento a darte cuenta de la cantidad de libros en alemán que no han sido traducidos a ningún otro idioma. Todo un mundo de teoría e historia que quisieras leer. Te sientes absolutamente frustrado por no entender nada y empiezas a barajar la idea de estudiar alemán cuando vuelvas. Es falso que el inglés sea la herramienta para todo.
F. te da una vuelta por la ciudad y habláis del libro, del arte contemporáneo y de la situación de las librerías. Después de cenar te lleva al barrio de Sankt Pauli y te enseña los sitios míticos del underground. Intuye, por lo que ha leído en tu novela, que te interesan los lugares más oscuros y sucios. Y te muestra algunos de ellos. Cuando llegas al hotel, no cabe en tu cuerpo una gota más de cerveza.
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SÁBADO 30 / Lectura
Tienes la mañana libre. Das una pequeña vuelta por la ciudad, paseas en torno a esa especie de lago que parece formar el río Alster de camino hacia el Elba. Te sientas en un banco y una cabeza te interroga. Intentas leer pero no puedes. Tienes la mente distraída. Estás es una especie de luna de la que no quieres bajar.
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Por la tarde es la lectura. Antes, te entrevistan para un programa de radio sobre crímenes y literatura. Te hace gracia cómo la novela cambia de interpretación según el contexto. Para el entrevistador, Intento de escapadaes una novela negra sin cadáver.
Después, la lectura funciona bien. Lees unos fragmentos de la novela en español y F. lee otros en alemán. Luego, M. pregunta y traduce tus respuestas en el debate. Es un formato típico en Alemania. La gente paga una entrada para escuchar a un escritor leer trozos de su obra, casi como si asistiera a un concierto. Eso sería impensable en España. Ni gratis.
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Tras la lectura, cenas con J., J. y A. en un barrio cool de Hamburgo. Mientras lo hacéis, una manifestación pasa cerca de vosotros, comienzan a llegar coches de policía y por un momento temes que se vaya a montar algo peligroso. Al acabar la cena, te acercas a la Literaturhaus, donde se clausura “La noche de los libros”, el evento en el que has participado. Allí te encuentras de nuevo con F. y, antes de despedirse, dice: “tomamos la penúltima”. Bebéis varias cervezas junto al río. Se juntan dos alemanes más. Uno de ellos es un sindicalista importante. Bebéis por la amistad. Y en un determinado momento crees incluso comprender el idioma.

DOMINGO  31 / Berlín
Tomas el tren hacia Berlín. En el viaje intentas leer pero no puedes. Corriges un poco la novela, quitando erratas y poco más. Llegas justo para una entrevista con la radio. La haces en inglés. Un desastre. Afortunadamente sólo será el ruido de fondo, con el alemán superpuesto. La periodista ha leído el libro. Le han impactado las imágenes duras y tenía miedo de encontrarse contigo. Es curioso cómo muchas veces aún confundimos al escritor con sus personajes.
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Tras la entrevista, tienes apenas cuatro horas antes de la cena con tu editor. Decides ver una sola cosa: el Altar de Zeus en Pérgamo. Casi sufres un Stendhal. Aunque enseguida te sacan de ahí las multitudes sedientas. Es imposible andar, absolutamente imposible. Las cámaras de los móviles lo inundan todo. Lo más difícil en un museo es ahora no estar dentro del plano de una fotografía. Casi tienes más cuidado con eso que con tropezar con una escultura.
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Luego apenas dispones de unos minutos para ir al Reichstag y a la puerta de Brandemburgo. Aunque sea testimonialmente. Tienes que volver, sin duda.
Llegas justo a tiempo para la cena con M., el editor de literatura hispana de Wagenbach. Habláis de literatura y de libros, y de lo mal que está el negocio para las editoriales independientes en todos los lugares; no es algo propio de España. Hablas constantemente. Hablas demasiado. Quieres agradar y te das cuenta que estás en el límite de ser pesado. Te pellizcas en el muslo cuando te das cuenta.
Te quedas en el hotel relativamente temprano y das una pequeña vuelta solo. Es una manera extraña de estar en la ciudad. Cuando te acuestas intentas elegir la cabecera perfecta. Entre tantos cojines y cabeceras siempre te equivocas y conforme avanza la noche comienza a dolerte el cuello.

LUNES 1 / Historias vivas
Das una vuelta por varias librerías. De nuevo, el paraíso. Y de nuevo, la frustración. Todo en alemán.
A las doce M. viene a buscarte para llevarte a la editorial. Allí conoces a todo el staff. Conoces a S., la directora, a las chicas de prensa y a la gente de administración. Coméis en la propia editorial. Escuchas la entrevista en la radio y te hace gracia cómo pronuncian tu nombre. En todo momento tienes la sensación de estar en un lugar histórico, un espacio mítico de la edición independiente. Cuando ves tu libro entre los demás, se te saltan por un momento las lágrimas. Jamás habrías imaginado algo así.
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Por la tarde es la lectura. Sientes, mientras lees algunos fragmentos, que te gusta lo que hay escrito. Te emocionas con algunos pasajes. Es la primera vez que te pasa. La primera vez que crees que ahí hay cosas que quizá merezcan la pena. La primera vez que adviertes que las historias ya no te pertenecen y han tomado cierta vida. Lo percibes cuando te preguntan por Omar, por Montes, por Helena, por Marcos, por lo que ocurre en el libro. Sólo en ese momento te das cuenta de que escribir es crear mundos que a veces habitan lo real.
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MARTES 2 / Dusseldorf
Viajas con M. a Dusseldorf. Tardáis cuatro horas y media y habláis de literatura, de arte y de vida. Antes de la presentación tomáis unas cervezas en la plaza del mercado. Parece Murcia, repleta de gente en la calle a la hora del aperitivo.
La presentación también funciona bien. Firmas algunos libros sin saber muy bien en qué idioma hacerlo. R. os lleva a comer a un restaurante japonés y os dice que allí son tan típicos como los alemanes –no en vano, en la ciudad reside la mayor colonia de japoneses de Europa–. Despides a M. en el tranvía, le vuelves a dar las gracias por todo y le reiteras que para ti todo esto sigue siendo un sueño. Al llegar al hotel, entras un poco en Internet y compartes tu felicidad. Te duermes con la sensación de que esta experiencia es más de lo que mereces.
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MIÉRCOLES 3 / Vagar
Hoy es tu primer día libre. Te lo tomas con calma. Visitas museos sin ningún tipo de prisa, como si tuvieras todo el tiempo del mundo. En el K20 tienes una especie de reencuentro con el arte contemporáneo. Te emocionas delante de un cuadro de Pollock y te quedas casi una hora en la sala del expresionismo abstracto. Después, en el K21 también disfrutas de las obras y te sientas a experimentar Art must Be Beautiful de Marina Abramovic sin pensar en nada más.
Comes en una terraza. Llevas contigo un libro pero, de nuevo, no lo lees. Simplemente piensas, divagas, miras a la gente pasar. Repasas una y otra vez estos días. Quieres apresar todos los detalles, guardarlos en la memoria, retenerlos para poder evocarlos en el futuro, para ser consciente entonces de que un hubo un tiempo en el pasado en el que fuiste feliz.
Por la noche cenas con unos españoles. Te cuentan cosas sobre Dusseldorf y sobre los alemanes. Desmontan mitos. Aprendes. Te llevan al bar más antiguo de la ciudad y te hacen tomar un chupito picante que se clava en la garganta. Después, te quedas sólo y tienes que beberte varias cervezas para que se te vaya pasando el escozor. Paseas solitario por la ciudad con la cerveza en la mano, con extrañeza y familiaridad, como si lo que ves estuviera cerca y lejos al mismo tiempo, como si ese paseo fuera una rutina más de tu vida pero sabiendo, sin embargo, que va a ser muy difícil que lo vuelvas a repetir.
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JUEVES 4 / Regresar
Llegas al aeropuerto temprano. El viaje es cómodo. Logras salida de emergencia en los dos aviones. Lees un poco de La tía Julia y el escribidor, de Vargas Llosa. Te das cuenta de que es lo primer que consigues leer estos días. Tu cabeza vuelve momentáneamente a la normalidad.
De camino a casa, en el coche desde Alicante, sientes que poco a poco vas entrando en la realidad. Mañana se acaba el sueño y comienza la rutina. Mails, lecturas, textos, papeles. Lo necesitas también. La vida es eso. Te conformas pensando que los sueños hacen que todo lo demás se vuelva más dulce.
R. te espera y te enseña un fotograma de La gata sobre el tejado de zinc. No hacen falta las palabras. Después, habláis hasta más de medianoche. Hay tanto que contar y tantas cosas sobre las que meditar. Cierras los ojos tranquilo, feliz, reposado, con una conciencia de fin y de principio, con un sentido de “tiempo por venir” que se adueña ya tu presente.
Justo en ese momento, te acuerdas de que hace un año que comenzaste este “Presente continuo”. También estabas de viaje, en un congreso en Finlandia, y desde entonces esta escritura te ha acompañado todas las semanas. A veces te resta algo tiempo, es cierto, pero ya te has acostumbrado y se ha convertido en una especie de rutina de la que no puedes escapar. Ha modificado incluso tu visión del mundo, tu manera de experimentar las cosas. Ahora lo analizas todo, lo miras con cierta distancia pensando en escribirlo y dejar constancia de este presente. Sabes que cuando eches un vistazo hacia atrás encontrarás aquí la memoria de un año. El año que viviste continuamente. Un año del podrás reconstruir cada uno de sus días. No sabes cuánto más vas a poder seguir grabándolo todo. Quizá unos pocos meses, no más. Todas las vidas acaban por aburrir.

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